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Altamirano,Ignacio_Manuel | <XXI | María | Allí en el valle fértil y risueño,
Do nace el Lerma y, débil todavía
Juega, desnudo de la regia pompa
Que lo acompaña hasta la mar bravía;
Allí donde se eleva
El viejo Xinantécatl, cuyo aliento
Por millares de siglos inflamado,
Al soplo de los tiempos se ha apagado,
Pero que altivo y majestuoso eleva
Su frente que corona eterno hielo
Hasta esconderla en el azul del cielo;
Allí donde el favonio murmurante
Mece los frutos de oro del manzano
Y los rojos racimos del cerezo
Y recoge en sus alas vagarosas
La esencia de los nardos y las rosas;
Allí por vez primera
Un extraño temblor desconocido,
De repente, agitado y sorprendido
Mi adolescente corazón sintiera.
Turbada fue de la niñez la calma,
Ni supe qué pensar en ese instante
Del ardor de mi pecho palpitante
Ni de la tierna languidez del alma.
Era el amor: mas tímido, inocente,
Ráfaga pura del albor naciente,
Apenas devaneo
Del pensamiento virginal del niño;
No la voraz hoguera del deseo,
Sino el risueño lampo del cariño.
Yo la miré una vez — virgen querida
Despertaba cual yo, del sueño blando
De las primeras horas de la vida:
Pura azucena que arrojó el destino
De mi existencia en el primer camino,
Recibían sus pétalos temblando
Los ósculos del aura bullidora
Y el tierno cáliz encerraba apenas
El blanco aliento de la tibia aurora.
Cuando en ella fijé larga mirada
De santa adoración, sus negros ojos
De mi apartó; su frente nacarada
Se tiñó del carmín de los sonrojos;
Su seno se agitó por un momento,
Y entre sus labios espiró su acento.
Me amó también. — Jamás amado había;
Como yo, esta inquietud no conocía,
Nuestros ojos ardientes se atrajeron
Y nuestras lamas vírgenes se unieron
Con la unión misteriosa que preside
El hado, entre las sombras, mudo y ciego,
Y de la dicha del vivir decide
Para romperla sin clemencia luego.
¡Ay! Que esta unión purísima debiera
No turbarse jamás, que así la dicha
Tal vez perenne en la existencia fuera:
¿Cómo no ser sagrada y duradera
si la niñez entretejió sus lazos
Y la animó, divina, entre sus brazos
La castidad de la pasión primera?
Pero el amor es árbol delicado
Que el aire puro de la dicha quiere,
Y cuando de dolor el cierzo helado
Su frente toca, se doblega y muere.
¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María?
¿Por qué tan pronto del pesar sañudo
Pudo apartarnos la segur impía?
¿Cómo tan pronto oscurecernos pudo
La negra noche en el nacer del día?
¿Por qué entonces no fuimos más felices?
¿Por qué después no fuimos más constantes?
¿Por qué en el débil corazón, señora,
Se hacen eternos siglos los instantes,
Desfalleciendo antes
De apurar del dolor la última hora?
¡Pobre María! Entonces ignorabas
Y yo también, lo que apellida el mundo
¡Amor... amor! Y ciega no pensabas
Que es perfidia, interés, deleite inmundo,
Y que tu alma pura y sin mancilla
Que amó como los ángeles amaran
Con fuego intenso, mas con fe sencilla,
Iba a encontrarse sola y sin defensa
De la maldad entre la mar inmensa.
Entonces, en los días inocentes
De nuestro amor, una mirada sola
Fue la felicidad, los puros goces
De nuestro corazón... el casto beso,
La tierna y silenciosa confianza,
La fe en el porvenir y la esperanza.
Entonces... en las noches silenciosas,
¡Ay! cuántas horas contemplamos juntos
Con cariño las pálidas estrellas
En el cielo sin nubes cintilando,
Como si en nuestro amor gozaran ellas;
O el resplandor benéfico y amigo
De la callada luna,
De nuestra dicha plácido testigo,
O a las brisas balsámicas y leves
Con placer confiamos
Nuestros suspiros y palabras breves.
¡Oh! ¿qué mal hace al cielo
Este modesto bien, que tras él manda
De la separación el negro duelo,
La frialdad espantosa del olvido
Y el amargo sabor del desengaño,
Tristes reliquias del amor perdido?
Hoy sabes qué sufrir, pobre María,
Y sentiste al presente
El desamor que mezcla su hiel fría
De los placeres en la copa ardiente,
El cansancio, la triste indiferencia,
Y hasta el odio que impío
El antes cielo azul de la existencia
Nos convierte en un cóncavo sombrío,
Y la duda también, duda maldita
Que de acíbar eterno el alma llena,
La enturbia y envenena
Y en el caos del mal la precipita.
Muy pronto, sí, nos condenó la suerte
A no vernos jamás hasta la muerte:
Corrió la primera lágrima encendida
Del corazón a la primera herida,
Mas pronto se siguió el pensar profundo,
Del desdén la sonrisa amenazante
Y la mirada de odio chispeante,
Terrible reto de venganza al mundo.
Mucho tiempo pasó. — Tristes seguimos
El mandato cruel del hado fiero
Contrarias sendas recorriendo fuimos
Sin consuelo ni afán... Y bien, señora,
¿Podremos sin rubor mirarnos ora?
¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella!
Tal vez la seducción marcó su huella
En tu pálida frente ya surcada,
Porque contemplo en tus hundidos ojos
Señal de llanto y lívida mirada
Con el fulgor de acero de la ira.
Se marchitaron los claveles rojos
Sobre tus labios ora contraídos
Por risa de desdén que desafía
Tu bárbaro pesar, ¡pobre María!
Y yo... yo estoy tranquilo:
Del dolor las tremendas tempestades,
Roncas rugieron agitando el alma;
La erupción fue terrible y poderosa...
Pero hoy volvió la calma
Que se turbó un momento,
Y aunque siente el volcán mugir violento
El fuego adentro dél, nunca se atreve
Su cubierta a romper de dura nieve.
Continuemos, mujer, nuestro camino.
¿Dónde parar?... ¿Acaso los sabemos?
¿Lo sabemos acaso? Que destino
Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos,
Ya que ni un faro de esperanza vemos
Llenos de duda y de pesar marchamos,
Marchamos siempre, y a perdernos vamos
¡Ay! De la muerte en el océano oscuro,
¿Hay más allá riberas?... no es seguro,
Quién sabe si las hay; mas si abordamos
A esas riberas torvas y sombrías
Y siempre silenciosas,
Allí sabré tus quejas dolorosas,
Y tú también escucharás las mías. | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Poemas_En_La_Arena | Las olas vienen.
Las olas van.
Como las olas,
tu recuerdo viene y se va.
Las olas vienen.
Las olas se van.
Mi silencio —un silencio de cien puertas cerradas—,
se encrespa de rumores, como el mar.
¡El mar, el mar, amor!
¡Amor, el mar!
Mi corazón es una playa triste,
y tú eres una ola que viene y que se va...
Nunca antes fue triste el primer trino de los pájaros.
—Hoy sí.
Como una flor de sombra,
como una mariposa negra y gris,
la noche fue a encenderse de amor entre tus manos,
sobre tus manos diáfanas, que se tendían hacia
mí...
Nunca antes fue triste el primer trino de los pájaros.
—Hoy sí.
Y vi que te alejabas por un camino que ascendía
hacia un inhóspito confín.
Y quise acompañarte o detenerte,
no sé... Pero el camino se fue borrando en pos de ti. | es |
Darío,Rubén | <XXI | _ _ _ _Para_La_Misma | Miré al sentarme a la mesa,
bañado en la luz del día
el retrato de María,
la cubana japonesa.
El aire acaricia y besa,
como un amante lo haría,
la orgullosa bizarría
de la cabellera espesa.
Diera un tesoro el Mikado
por sentirse acariciado
por princesa tan gentil,
digna de que un gran pintor
la pinte junto a una flor
en un vaso de marfil. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | ¡Los_Caballos_Eran_Fuertes! | ¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Sus pescuezos eran finos y sus ancas
relucientes y sus cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
¡No! No han sido los guerreros solamente,
de corazas y penachos y tizonas y estandartes,
los que hicieron la conquista
de las selvas y los Andes:
Los caballos andaluces, cuyos nervios
tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Un caballo fue el primero,
en los tórridos manglares,
cuando el grupo de Balboa caminaba
despertando las dormidas soledades,
que de pronto dio el aviso
del Pacífico Océano, porque ráfagas de aire
al olfato le trajeron
las salinas humedades;
y el caballo de Quesada, que en la cumbre
se detuvo viendo, en lo hondo de los valles,
el fuetazo de un torrente
como el gesto de una cólera salvaje,
saludo con un relincho
la sabana interminable...
y bajó con fácil trote,
los peldaños de los Andes,
cual por unas milenarias escaleras
que crujían bajo el golpe de los cascos musicales...
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Y aquel otro, de ancho tórax,
que la testa pone en alto
cual queriendo ser más grande,
en que Hernán Cortés un día
caballero sobre estribos rutilantes,
desde México hasta Honduras
mide leguas y semanas entre rocas y boscajes,
es más digno de los lauros
que los potros que galopan
en los cánticos triunfales
con que Píndaro celebra
las olímpicas disputas
entre el vuelo de los carros y la puga de los aires
Y es más digno todavía
de las odas inmortales
el caballo con que Soto, diéstramente,
y tejiendo las cabriolas como él sabe,
causa asombro, pone espanto, roba fuerzas,
y entre el coro de los indios,
sin que nadie haga un gesto de reproche,
llega al trono de Atahualpa y salpica con espumas
las insignias imperiales.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
El caballo del beduino
que se traga soledades.
El caballo milagroso de San Jorge,
que tritura con sus cascos los dragones infernales.
El de César en las Galias.
El de Aníbal en los Alpes.
El Centauro de las clásicas leyendas,
mitad potro, mitad hombre,
que galopa sin cansarse,
y que sueña sin dormirse,
y que flecha los luceros,
y que corre como el aire,
todos tienen menos alma, menos fuerza, menos sangre,
que los épicos caballos andaluces
en las tierras de la Atlántida salvaje,
soportando las fatigas,
las espuelas y las hambres,
bajo el peso de las férreas armaduras,
cual desfile de heroismos,
coronados entre el fleco de los anchos estandartes
con la gloria de Babieca y el dolor de Rocinante.
En mitad de los fragores del combate,
los caballos con sus pechos arrollaban
a los indios, y seguían adelante.
Y, así, a veces, a los gritos de "¡Santiago!",
entre el humo y el fulgor de los metales,
se veía que pasaba, como un sueño,
el caballo del apóstol a galope por los aires
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Se diría una epopeya
de caballos singulares
que a manera de hipogrifos desolados
o cual río que se cuelga de los Andes,
llegan todos sudorosos, empolvados, jadeantes,
de unas tierras nunca vistas,
a otras tierras conquistables.
Y de súbito, espantados por un cuerno
que se hincha con soplido de huracanes,
dan nerviosos un soplido tan profundo,
que parece que quisiera perpetuarse.
Y en las pampas y confines
ven las tristes lejanías
y remontan las edades
y se sienten atraídos
por los nuevos horizontes:
Se aglomeran, piafan, soplan, y se pierden al escape.
Detrás de ellos, una nube,
que es la nube de la gloria,
se levanta por los aires.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles! | es |
Hartzenbusch,Juan_Eugenio | <XXI | Epitafio_Para_La_Rafaelita_Tirado | A los diez años, el laurel de Talma
La frente me ceñía;
Puso a los diez y seis funérea palma
Dios en mi mano fría:
¡Papel fue breve la existencia mía! | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Estoy_Harto_De_Los_Poetas_Y_De_Las_Quinceañeras | Estoy harto de los poetas y de las quinceañeras. Siempre están ensayando su vals de presentación en sociedad. | es |
Impaglione,Gabriel | XXI | Amo_A_Esa_Mujer | Amo a esa mujer
que la tierra abriendo
su hondo secreto
parió bajo la luna
del poema.
Voy a su corazón
como a mi casa.
Entro y me paseo
desnudo
con la capa de la risa
en una mano
y los zapatos en la otra.
En ese territorio
de la luz me quedo.
Allí sucede
el nacimiento del destino.
Los labios
en su leve roce
encienden el planeta.
Allí crece el día.
En esa mujer que amo
un niño tiende
su sueño de alas. | es |
Darío,Rubén | <XXI | Viejo_Alegre,_Viejo_Alegre | Viejo alegre, viejo alegre,
no persigas a mi novia;
no son pájaros de invierno
los amantes de las rosas.
Viejo alegre, viejo alegre,
me quitaste a mi adorada.
¡Cuál te engríes en la boda
retiñéndote las canas!
Viejo alegre, ríe, ríe,
pues volvió tu primavera;
tanto, que hoy ha amanecido
retoñando la cabeza. | es |
Orión_de_Panthoseas | XXI | ..._Rebélate,_Oh_Ser_Mío,_Contra_Las_Viejas_Formas | ... rebélate, oh ser mío, contra las viejas formas,
contra las viejas luces y la vieja
alegría;
sal
y resurge sobre las terminaciones íntimas,
sobre todo cuanto pretenda ser tu orilla o puente,
tu ley o libertad, pero, al fin, tu muerte;
... para ser de hombre deberás hender el velo de la fascinación,
y el humus de la sangre y el humus de los labios,
y con belleza y ciencia instituir tu fuerza y canto: una lanza pura, docta y fiel
con que enfrentarte a credos de hombres y de dioses y no caer;
pues que necesitarás crear nuevos conceptos, nuevos
números y nuevas geometrías,
haz con mis huesos un fuego pavoroso y con mi alma un río,
un mar inabarcable con que instruir, ordenar y propagar la luz;
ser mío, sé valiente, no te detengas. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Sólo_La_Luna_Sospecha_La_Verdad | Sólo la luna sospecha la verdad.
Y es que el hombre no existe.
La luna
tantea por los llanos, atraviesa los ríos,
penetra por los bosque.
Modela las aún tibias montañas.
Encuentra el calor de las ciudades erguidas.
Fragua una sombra, mata una oscura esquina,
inunda de fulgurantes rosas
el misterio de las cuevas donde no huele a nada.
La luna
pasa, sabe, canta, avanza y avanza sin descanso.
Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre
puede tenderse a solas.
Un mar no es un sudario para una muerte lúcida.
La luna sigue, cala, ahonda, raya las profundas arenas.
Mueve fantástica los verdes rumores aplacados.
Un cadáver en pie un instante se mece,
duda, ya avanza, verde queda inmóvil.
La luna miente sus brazos rotos,
su imponente mirada donde unos peces anidan.
Enciende las ciudades hundidas donde todavía se pueden oír
(qué dulces) las campanas vividas;
donde las ondas postreras aún repercuten sobre los pechos
neutros,
sobre los pechos blandos que algún pulpo ha adorado.
Pero la luna es pura y seca siempre.
Sale de un mar que es una caja siempre,
que es un bloque con límites que nadie, nadie estrecha,
que no es una piedra sobre un monte irradiando.
Sale y persigue lo que fuera los huesos,
lo que fuera las venas de un hombre,
lo que fuera su sangre sonada, su melodiosa cárcel,
su cintura visible que a la vida divide,
o su cabeza ligera sobre un aire hacia oriente.
Pero el hombre no existe.
Nunca ha existido, nunca,
Pero el hombre no vive, como no vive el día.
Pero la luna inventa sus metales furiosos. | es |
Huerta,Efraín | <XXI | Opresora._Todo_Lo_Aprisionas | Opresora. Todo lo aprisionas
con tu lengua y pasos de giganta,
oh desconocida oh luminosa
hija de ríos hecha de jade y miel.
Cárcel doy a tu pálida
presencia, gacela ojos de tigre,
cárcel me doy de amor,
mordedura, paciente fuego, ala
y marea, faro en la mar abierta.
Desciendes y derribas
la muralla del ansia. Das tregua
a la cosecha secreta del alba,
cuando los ojos cierra el puerto
al verano y la espuma.
Todo aprisionas con fría garra
deleitosa y madura,
opresora, dientes y lengua de giganta,
dormido espectro, oleaje
de apasionada mansedumbre
muerto de miedo y libertad. | es |
Fernández_de_Moratín,Leandro | <XXI | Rodrigo | Cesa en la octava noche el ronco estruendo
de la sangrienta, militar porfía:
el campo godo destrozado ardía
con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
por ignorada senda se desvía,
y muerto Orelia, entre la sombra fría,
herido y débil se acelera huyendo.
En vano el Lete con raudal undoso
el paso estorba al príncipe, a quien ciega
de cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
ímpetu, espira el infeliz; y entrega
el cuerpo al fondo, a la corriente el manto. | es |
Benedetti,Mario | <XXI | Nocturno_Cero | La noche fácil y aparentemente sagrada
o mejor dicho el abismo de la noche
no es como otros abismos
tiene fondo
su tálamo de niebla o relente o fango
acoge escarabajos desamparados
ronquidos de mal tiempo
sobornables insomnios
labios absueltos que se reconcilian
todas las resonancias del silencio
y las noticias de la lóbrega
todas las alegrías inoportunas
y los presagios confirmados
caen como gotas de sudor o rocío
en el abismo con fondo de la noche
son demasiados alumbrones y furias
por esta sola vez el abismo tiene
no sólo fondo sino espesas modorras así que aprovecho el bostezo universal
para instalarme en sus fauces y sentir
cómo la niebla el relente o el fango
pasan sobre mis párpados
los borran. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Porque_El_Fantasma_Porque_Ayer_Porque_Hoy | Porque el fantasma porque ayer porque hoy:
porque mañana porque sí porque no
Porque el principio porque la bestia porque el fin:
porque la bomba porque el medio porque el jardín
Porque góngora porque la tierra porque el sol:
porque san juan porque la luna porque rimbaud
Porque el claro porque la sangre porque el papel:
porque la carne porque la tinta porque la piel
porque la noche porque me odio porque la luz:
porque el infierno porque el cielo porque tú
Porque casi porque nada porque la sed
porque el amor porque el grito por qué no sé
Porque la muerte porque apenas por que más
porque algún día porque todos porque quizás | es |
Portilla_Montaño,Jéssica_de_la | XXI | Yo_Ya_No_Existo | Yo ya no existo
me confundí con tu piel
me envolví en tu aliento
y ahora soy parte de ti
lo más pequeño
insignificante tal vez
algo invisible
siempre presente en el fondo
en lo más profundo de tu ser
ahí estoy yo
deseando salir a la luz
para estar junto a ti
cada segundo
años y días
horas y siglos
Yo ya no soy independiente
vivo esperando por ti:
esperando que nunca me dejes... | es |
Caro,José_Eusebio | <XXI | Una_Lágrima_De_Felicidad | Solos, ayer, sentados en el lecho
Do tu ternura coronó mi amor,
Tú, la cabeza hundida entre mi pecho,
Yo, circundando con abrazo estrecho,
Tu talle encantador;
Tranquila tú dormías, yo velaba.
Llena de los perfumes del jardín
La fresca brisa por la reja entraba,
Y nuestra alcoba toda embalsamaba
De rosa y de jazmín.
Por cima de los árboles tendía
Su largo rayo horizontal el sol,
Desde el remoto ocaso do se hundía :
¡Inmenso, en torno de él, resplandecía
Un cielo de arrebol!
Del sol siguiendo la postrera huella
Dispersas al acaso, aquí y allí,
Asomaban, con luz trémula y bella.
Hacia el oriente alguna u otra estrella.
Sobre un fondo turquí.
Ningún rumor, o voz, o movimiento
Turbaba aquella dulce soledad;
¡Sólo se oía susurrar el viento,
Y oscilar, cual un péndulo, tu aliento,
Con plácida igualdad!
¡Oh! ¡yo me estremecí!... ¡Sí; de ventura
Me estremecí, sintiendo en mi redor
Aquella eterna, fúlgida natura!
¡En mis brazos vencida tu hermosura!
¡En mi pecho el amor!
Y cual si alas súbito adquiriera,
O en las suyas me alzara un serafín,
Mi alma rompió la corporal barrera,
Y huyó contigo, de una en otra esfera,
¡Con un vuelo sin fin!
Buscando allá con incansable anhelo,
Para ti, para mí, para los dos,
Del tiempo y de la carne tras el velo,
Ese misterio que llamamos cielo—
¡La eternidad de Dios!
Para fijar allí, seguro y fuerte,
Libre de todo mundanal vaivén,
Libre de los engaños de la suerte,
Libre de la inconstancia y de la muerte
¡De nuestro amor el bien!
Y en un rapto de gloria, de improviso,
Lo que mi alma buscaba hallar creí;
Una secreta voz del paraíso
Dentro de mí gritome: Dios lo quiso;
¡Sea tuya allá y aquí!
Y enajenado, ciego, delirante,
Tu blando cuerpo que el amor formó
Traje contra mi pecho palpitante...
Y en tu faz una lágrima quemante
¡De mis ojos cayó!
¡Ay! despertaste... Sobre mí pusiste
Tu mirada, feliz al despertar;
¡Mas tu dulce sonrisa en ceño triste
Cambiose al punto que mis ojos viste
Aguados relumbrar!
De entonce acá... ¡oh amante idolatrada
Mas sobrado celosa! ¡huyes de mí;
Si a persuadirte voy, no escuchas nada,
O de sollozos clamas sofocada:
«¡Soy suya... y llora así!»
¡Oh! ¡no, dulce mitad del alma mía!
No injuries de tu amigo el corazón;
¡Ay! ¡ese corazón en la alegría
Sólo sabe llorar cual lloraría
El de otro en la aflicción!
El mundo para mí de espinas lleno,
Jamás me dio do reclinar mi sien;
Hoy de la dicha en mi primer estreno,
El lloro que vertí sobre tu seno
¡Encerraba un edén!
—¡Oh!... ¡La esposa que joven y lozana
Diez hijos a su esposo regaló,
Y que después viuda, enferma, anciana,
A sus diez hijos en edad temprana
Morir y enterrar vio!....
¡Esa mujer, que penas ha sufrido
Cuantas puede sufrir una mujer;
Esa madre infeliz, que ha padecido
Lo que tan sólo la que madre ha sido
Alcanza a comprender!...
Ella, pues, cuando a buenos y a malvados
Llame a juicio la trompa de Jehová,
Sus diez hijos al ver resucitados,
Al volver a tenerlos abrazados....
¡Oh! ¡de amor llorará!
Y de esa madre el dulce y tierno llanto
A la diestra de Dios la hará subir;
¡Y tal será su suavidad y encanto,
Que en su alta gloria al serafín más santo
De envidia hará gemir!
Mas ese llanto del amor materno,
Vertido en la presencia del Señor,
Al entrar de la vida al mundo eterno,
No, no será más dulce ni más tierno
¡Que el llanto de mi amor! | es |
Hahn,Óscar | <XXI | 444_Visión_De_Hiroshima | Ojo con el ojo numeroso de la bomba
que se desata bajo el hongo vivo.
Con el fulgor del hombre no vidente, ojo y ojo.
Los ancianos huían decapitados por el fuego,
encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos
decapitados por el fuego,
se varaban las vírgenes de aureola radiactiva
decapitadas por el fuego.
Todos los niños emigraban decapitados por el cielo.
No el ojo manco, no la piel tullida, no sangre
sobre la calle derretida vimos:
los amantes sorprendidos en la cópula,
petrificados por el magnesium del infierno,
los amantes inmóviles en la vía pública,
y la mujer de Lot
convertida en columna de uranio.
El hospital caliente se va por los desagües,
se va por las letrinas tu corazón helado,
se van a gatas por debajo de las camas,
se van a gatas verdes e incendiadas
que maúllan cenizas.
La vibración de las aguas hace blanquear al cuervo
y ya no puedes olvidar esa piel adherida a los muros
porque derrumbamiento beberás, leche en escombros.
Vimos las cúpulas fosforecer, los ríos
anaranjados pastar, los puentes preñados
parir en medio del silencio.
El color estridente desgarraba
el corazón de sus propios objetos:
el rojo sangre, el rosado leucemia,
el lacre llaga, enloquecidos por la fisión.
El aceite nos arrancaba los dedos de los pies,
las sillas golpeaban las ventanas
flotando en marejadas de ojos,
los edificios licuados se veían chorrear
por troncos de árboles sin cabeza,
y entre las vías lácteas y las cáscaras,
soles o cerdos luminosos
chapotear en las charcas celestes.
Por los peldaños radiactivos suben los pasos,
suben los peces quebrados por el aire fúnebre.
¿Y qué haremos con tanta ceniza? | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Gozo_De_Gozos:_El_Alma_En_La_Piel | Gozo de gozos: el alma en la piel
Ante los dos el jardín inmortal,
El paraíso que es ella con él,
Óptimo el árbol sin sombra de mal
Luz nada más. He aquí los amantes
Una armonía de montes y ríos,
Amaneciendo en lejanos levantes,
Vuelve inocentes los dos albedríos...
¿Dónde estará la apariencia sabida?
¿Quién es quien surge? Salud, inmediato
Siempre, palpable misterio: presida
Forma tan clara a un candor de arrebato.
¿Es la hermosura quien tanto arrebata,
O en la terrible alegría se anega
Todo el impulso estival? (¡Oh beata
Furia del mar, esa ola no es ciega!)
Aun retozando se afanan las bocas,
Inexorables a fuerza de ruego.
(Risas de Junio, por entre unas rocas,
Turban el límpido azul con su juego).
¿Yace en los brazos un ansia agresiva?
Calladamente resiste el acorde.
(¿Cuánto silencio de mar allá arriba!
Nunca hay fragor que el cantil no me asorde?)
Y se encarnizan los dos violentos
En la ternura que los encadena.
(El regocijo de los elementos
Torna y retorna a la última arena).
Ya las rodillas, humildes aposta,
Saben de un sol que al espíritu asalta.
(El horizonte en alturas de costa
Llega a la sal de una brisa más alta).
¡Felicidad! El alud de un favor
Corre hasta el pie, que retuerce su celo.
(Cruje el azul. Sinuoso calor
Va alabeando la curva del cielo).
Gozo de ser: el amante se pasma.
¡Oh derrochado presente inaudito,
Oh realidad en raudal sin fantasma!
Todo es potencia de atónito grito.
Alrededor se consuma el verano.
Es un anillo la tarde amarilla.
Sin una nube desciende el cercano
Cielo a este ardor. Sobrehumana, la arcilla. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | La_Cogida_(Plaza_De_Toros) | El beso
con su testuz de sueño
y seda, insiste,
oscuro, negro.
Se adensa
caliente, concreto,
herida adentro,
como un cuerpo de amor
entero
que arrasase y alzase
violento
su maravilloso
trofeo.
Sí, una masa de polvo
ciego,
y allí el secreto
beso,
sin que nadie lo vea,
envuelto
en el maravilloso velo
que la tarde de oro
enciende inmóvil en el estruendo
¡Oh perfectísimo silencio!
Beso ciego,
tremendo,
que la vida potente
enrisca contra el pequeño cuerpo,
mientras ella indemne en su terciopelo
salta de la nube de oro,
bulto poderoso de negro,
imponente majestad que ha emergido
elevando la testuz hacia un reino.
Hermosa, luna, toro
del amor ciego
que ensalza como contra el cielo
el cuerpo del amor diestro,
tendido en la cuna radiante,
delicado entre los dos cuernos. | es |
Berceo,Gonzalo_de | <XXI | Martirio_De_San_Lorenzo_(Coplas_45_A_56) | El gran furor de Decio contra Sixto fue tal
que ordenó lo llevasen afuera, al arenal,
para descabezarlo con la muerte final.
Dijo Sixto: —«Perdónate sólo al Dios sin igual».
46
Mientras que Sixto tuvo con Decio esta contienda,
los tesoros que tuvo Lorenzo en su encomienda,
los entregó a los pobres, pues según la leyenda
«quien reparte entre ellos, conquista rica hacienda».
47
San Lorenzo era hombre de una gran santidad
que entre la gente pobre hacía caridad:
sanaba a los enfermos de toda enfermedad,
y donaba a los ciegos la luz de la verdad.
48
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Mientras que Sixto tuvo con Decio esta contienda,
los tesoros que tuvo Lorenzo en su encomienda,
los entregó a los pobres, pues según la leyenda
«quien reparte entre ellos, conquista rica hacienda».
47
San Lorenzo era hombre de una gran santidad
que entre la gente pobre hacía caridad:
sanaba a los enfermos de toda enfermedad,
y donaba a los ciegos la luz de la verdad.
48
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
San Lorenzo era hombre de una gran santidad
que entre la gente pobre hacía caridad:
sanaba a los enfermos de toda enfermedad,
y donaba a los ciegos la luz de la verdad.
48
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Si sobre los enfermos imponía sus manos,
los que estaban dolientes se retornaban sanos;
los que apenas andaban por los caminos planos
corrían la pelota después hasta en los llanos.
49
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Con sus sagradas manos muchos bienes se hicieron;
los enfermos sanaron; los pobres se nutrieron;
los ciegos contemplaron; los desnudos vistieron,
y bienaventurados, los que en la fe creyeron.
50
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
El devoto varón, libre de lo usurario,
repartió los tesoros como leal vicario.
Andando por la villa le ocurrió que en un barrio
halló una Santa Biblia de gran devocionario.
51
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Había en esa zona una viuda enlutada
que ya 32 años llevaba de enviudada.
Asilaba cristianos en su propia posada
prestándoles ayuda en forma ponderada.
52
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Sufría en la cabeza dolencia cotidiana,
tanto que siempre estaba más enferma que sana.
Le dijo: «Padre mío, de quien tanto bien mana,
pon tus sagradas manos por sobre esta cristiana».
53
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
A todos los que eran cristianas y cristianos
él lavaba los pies con sus benditas manos.
Oró junto a la viuda con rezos muy humanos
y luego le alivió sus males cotidianos.
54
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Se despidió de ellos al dar la bendición,
y de aquellos tesoros dio a todos su ración.
Fue en busca de otros pobres e hizo otra procesión
para lavar sus pies y dar consolación.
55
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
En casa de Narciso, el noble senador,
encontró a muchos pobres, siervos del Creador,
creyentes de que Cristo fue nuestro Salvador,
seres que recelaban del mal Emperador.
56
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados.
Eran gentes muy pobres, de recursos menguados,
que antes injustamente fueron desheredados. | es |
Mistral,Gabriela | <XXI | Doña_Primavera | Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación. | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Paréntesis_(2) | Apenas mayordomo de mis penas,
capitán de fantasmas, me extravío,
me pido entre mis canas y mis venas,
y me ahogo de mí, a pesar mío.
En punto de la hora en que me suenas,
tiempo de estar, estoy y me confío,
y me llenas de arena y me rellenas
de amor y de odio el corazón baldío.
¿Qué hago yo con mi huesos a esta hora?
Desnudo de mi piel y de mi pelo
a media calle estoy llora que llora:
me mira el sol y me contempla el cielo,
me sacude la hormiga trepadora
y me sube hasta el alma el desconsuelo. | es |
García_Lorca,Federico | <XXI | La_Aurora_De_Nueva_York_Tiene | La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Retrato | Este muchacho ha visto
la esencia de las cosas,
una tarde, entre sus manos
concretarse.
Presión de aquellos dedos
enrojecidos, de diamante,
al apretar la blanda
ilusión de materia.
Hay en su yema sangre
y linfa de un camino
secreto que se abre
arriba, en la alta torre,
abierto a libre aire.
Sus ojos copian tierra
y viento y agua, que devuelven,
precisos, campo al reflejarse.
Su lengua —sal y carne—
dice y calla.
La frase se dilata,
en ámbito se expande
y cierra ya el sentido, allá en lo alto
—terraza de su frente—,
sobre el vivaz paisaje. | es |
Manceda,Ana_María | XXI | Soy_Transparente | Soy transparente
no porque sea bella
etérea, luminiscente,
soy transparente
porque soy mamá
de un hijo adolescente.
El vaga por la casa
repartiendo de forma dadivosa
calzones, medias, zapatillas.
soberbia juventud sonámbula
no me ve, no me oye
pasa a mi lado
de figura de fantasma
dejándome la estela
del perfume a esperanza.
y se prende, mi amor
en ese aroma.
Yo sé
que estoy sembrando semillas
que germinarán
cuando él sea padre,
mientras tanto
desde mi transparencia
armo todo los días
este hogar de plantas
perros y gatos.
Soy transparente
tengo un hijo adolescente
pero sé
que en la historia de mi vida
esto es solo un rato. | es |
Florián,Miguel | <XXI | Madre | Abrí los párpados en medio de la noche
y tú estabas allí, insomne, aguardando
la lenta aparición, la inminente presencia
de la luz, del alba que no llega (del fuego
que regresa de una estación desierta)
y tú estabas allí, profunda y blanca,
tendida sobre la multitud de los instantes,
apartando la turbiedad confusa de mi sueño,
labrando el tiempo firme, inmóvil, de la muerte
(la edad remota de insectos transparentes
y arroyos escondidos) con su amargura
de mano inalcanzable, de boca detenida
sobre la frente nueva, de beso que separa
el porvenir, y lo devuelve al seno de la tierra,
al estallido ciego de otra edad. Abrí los ojos
y tú estabas allí, mirándome, en medio de la muerte. | es |
Pérez-Ayala_Huertas,Javier | XXI | No_Cambio_Las_Cibeles_Por_Neptuno | No cambio las Cibeles por Neptuno,
ni mi solitaria voz por su orquesta,
ni pregunta abierta por su respuesta,
ni siquiera ese todo por mi alguno.
Ni me sobresalto ni me importuno
por no cambiar fortuna por apuesta,
ni ese descenso por subir la cuesta,
ni sus tacones por mi andar gatuno,
No cambio los barrotes de mi casa
por ventanas con ansias de recambio,
ni la calma cuando el silencio pasa
por unas palabras de intercambio,
ni esta religión por mi fe escasa,
que yo no me vendo, que no me cambio. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Cuentan_Que_Un_Rey,_Soberbio_Y_Corrompido | 1
Cuentan que un rey, soberbio y corrompido,
cerca del mar, con su conciencia a solas,
sobre la playa se quedó dormido;
y agregan que aquel mar lanzó un rugido
y sepultó al infame entre sus olas.
Hoy bien hacéis, ¡oh, déspotas del mundo!,
en estar con los ojos siempre abiertos...
porque el pueblo es un mar, y un mar profundo,
que piensa, que castiga y que, iracundo,
os puede devorar. ¡Vivid despiertos! | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Poema_Para_Olvidarte | Amar —nadie lo ignora— viene a ser como un juego:
el juego de dos almas y el juego de dos vidas.
Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego,
si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas.
Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo
sutil de detenerse mientras sigue adelante,
y una mujer bonita puede olvidarlo todo
menos su última cita con su primer amante.
Por eso, allá... tan lejos... en tus tardes de hastío,
puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste
llenó de mariposas tu corazón vacío
y de fechas alegres tu calendario triste.
Y como tu pasado no pasó todavía
tendrás que recordarme viendo en tu tocador
aquellos espejuelos oscuros con que un día
disimulaste un poco tus tijeras de amor.
Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros,
te dirán que me he muerto —yo sé que será así —
y te pondrás los mismos espejuelos oscuros
para que nadie sepa que lloraste por mí. | es |
Matos_Paoli,Francisco | <XXI | Ya_La_Púrpura_Sangra_En_Su_Recelo | Ya la púrpura sangra en su recelo.
Vine tarde a la cita diamantina.
En el recuerdo la tenaz colina.
En la onda que pasa el desconsuelo
de mi fracaso muere la doctrina.
Solo se reconcentra ese deshielo
de la tarde mayor sin terciopelo
Y con jardín silente que reclina,
La luna como trámite apagado.
En el último vuelo he presagiado
la extinción de contancia verdadera,
Porque no tengo patria sobre el río,
ni tampoco la gota de rocío
aviva nuestra rosa en la frontera. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Recuerdo | Estaba triste el día,
Estaba el alma triste,
Triste mi corazón enamorado.
Cinco días han pasado
Y aún luto el alma viste,
Y el corazón solloza todavía
En sus tristes recuerdos encerrado.
Y hay vida en torno mío,
Y cuanto miro es nuevo,
Y es este suelo para mí un santuario:
¿Por qué pues, solitario,
Con nada me conmuevo
Y do vengo a buscar contento y brío
Parece que reclamo mi sudario?
¿Quién poblará el desierto
Que trajo el alma mía?
¿Quién me ha de compensar lo que he perdido?
Mi sol está extinguido
Mi árbol de dicha es muerto,
Y tal vez mientras vivo de agonía
Allá he dejado ingratitud y olvido.
Allá | es |
Castañeda_Aragón,Gregorio | <XXI | Letanía | Brazos: ¡cruz de los senderos divinos!
Manos: ¡cándida venda para la llaga!
Ojos: ¡estrella de los peregrinos,
Que van sin fe sobre la tierra aciaga!
Labios: ¡flor de milagro, rosa maga!
Voz: ¡campana de los faustos destinos!
Risa: ¡fuente que toda sed apaga
A mitad de los ásperos caminos!
Cabellos: ¡tíbio huerto, árbol nocturno!
Ojeras: ¡mudo jardín taciturno
Acogedor de la inquietud secreta...!
Corazón, ¡rojo y ardiente y fragante,
Péndulo del amor...! Señora, un instante:
Un aroma de rosas deshojadas... | es |
Pizarro_Aray,Carola | XXI | Señala | Óxido de besos mancha la retina de tu sexo.
Puertas abiertas, cerradas
marcas de un ángel hostil y violento
en la veta agria de sus maderos.
No te llamaría en medio de esta copa.
Dejo mis ojos bogartianos hincarse traslúcidos / purpurados
en la grupa de tus años / el perfume/
arrasados en rimel y oro.
Tengo
una jauría merodeando la devastación
Sus pelos jadeantes han teñido el negro
mi corazón en su revolcadura
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos.
No te llamaría en medio de esta copa.
Dejo mis ojos bogartianos hincarse traslúcidos / purpurados
en la grupa de tus años / el perfume/
arrasados en rimel y oro.
Tengo
una jauría merodeando la devastación
Sus pelos jadeantes han teñido el negro
mi corazón en su revolcadura
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos.
Tengo
una jauría merodeando la devastación
Sus pelos jadeantes han teñido el negro
mi corazón en su revolcadura
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos.
Una jauría
habita destierro lúgubre / el palpitar / mis ojos. | es |
Valente,José_Ángel | <XXI | Por_Encima_Del_Agua_Helada | Por encima del agua helada
el patito se resbalaba.
Por encima del agua dura,
el patito de la laguna.
Por encima del agua fría,
el patito silba que silba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba.
Por encima del agua dura,
el patito de la laguna.
Por encima del agua fría,
el patito silba que silba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba.
Por encima del agua fría,
el patito silba que silba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba.
Silba que silba se resbalaba
y en vez de llorar silbaba. | es |
Cabral,Manuel_del | <XXI | Viejo_Whitman | Viejo Whitman
ya sé que todavía no lo sabes... pero lo irás sabiendo
con los muertos que van como raíces
creciendo para abajo
hacia el ilustre nido de tus barbas que ahora
no descansan con águilas profundas...
Ellos te contarán que desde tu país
nos enviaron fusiles comerciantes,
fusiles con negocios de difuntos,
fusiles que vinieron
a cambiar por cadáveres, bananas,
a cotizar con balas los ingenios;
fusiles que vinieron
a ponerle zapatos al orgullo descalzo,
fusiles que vinieron
a meter sin permiso en unas botas
todo el aire del pueblo.
Viejo Whitman, como yo sé que estás despierto,
voy a hablarte estas cosas por teléfono...
Hoy, prohibieron que en el cine
los muchachos de América vean en la pantalla
mi pequeño país
socio de otros países grandulones,
porque todos, casi todos,
diecinueve mellizos y un Gigante,
lo dejaron pudrirse, lo dejaron
perfectamente solo, trágicamente solo.
Los parientes
tienen aún el mismo, el viejo miedo,
el pequeñito miedo
a perder tres centavos de repunte en Manhattan,
el miedo a que les niegue su limosna el Gigante.
Viejo Whitman, ya Simón nos lo dijo: «todos...
tenemos que juntarnos». Porque los que gobiernan
tienen negocios que no tienen patria...
Se quitan de los dedos la honradez
como si se quitaran un anillo de cobre...
Ya ves, Libertador, Whitman del fuego...
Estos no son... no son los tuyos,
los que venden tu espada por lo que pesa el hierro.
Los que lustran tus botas con saliva adulona.
Los que dicen:
hoy mi mano está triste, no ha robado...
Ya ves, limpio soldado,
lo demás es lo tuyo... la América dormida...
Donde no se negocia con las alas de Whitman. | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | Para_Un_Retrato_De_Don_Juan_De_Acuña,_Presidente_De_Castilla,_Hijo_Del_Conde_De_Buendía | Éste, que en traje le admiráis togado,
Claro, no a luces hoy de lisonjero
Pincel, sino de claro caballero,
Esplendor del Buendía que le ha dado;
Éste, ya de justicia, ya de estado,
Oráculo en España verdadero,
A quien por tan legal, por tan entero,
Sus balanzas Astrea le ha fiado:
Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.
Éste, ya de justicia, ya de estado,
Oráculo en España verdadero,
A quien por tan legal, por tan entero,
Sus balanzas Astrea le ha fiado:
Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.
Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.
Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros. | es |
Juarroz,Roberto | <XXI | Séptima_Poesía_Vertical._Número_7 | Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.
Es el aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.
El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas. | es |
Paz,Octavio | <XXI | Piedra_De_Toque | Aparece
Ayúdame a existir
Ayúdate a existir
Oh inexistente por la que existo
Oh presentida que me presiente
Soñada que me sueña
Aparecida desvanecida
Ven vuela adviene despierta
Rompe diques avanza
Maleza de blancuras
Marea de armas blancas
Mar sin brida galopando en la noche
Estrella en pie
Esplendor que te clavas en el pecho
(Canta herida ciérrate boca)
Aparece
Hoja en blanco tatuada de otoño
Bello astro de pausados movimientos de tigre
Perezoso relámpago
Águila fija parpadeante
Cae pluma flecha engalanada cae
Da al fin la hora del encuentro
Reloj de Sangre
Piedra de toque de esta vida | es |
Casal,Julián_del | <XXI | Lejos_Brilla_El_Jordán_De_Azules_Ondas | Lejos brilla el Jordán de azules ondas
Que esmalta el Sol de lentejuelas de oro,
Atravesando las tupidas frondas,
Pabellón verde del bronceado toro.
Del majestuoso Líbano en la cumbre
Erige su ramaje el cedro altivo,
Y del día estival bajo la lumbre
Desmaya en los senderos el olivo.
Piafar se escuchan árabes caballos
Que a través de la cálida arboleda,
Van levantando con sus férreos callos
En la ancha ruta, opaca polvareda.
Desde el confín de las lejanas costas
Sombreadas por los ásperos nopales,
Enjambres purpurinos de langostas
Vuelan a los ardientes arenales.
Ábrense en las llanuras las cavernas
Pobladas de escorpiones encarnados,
Y al borde de las límpidas cisternas
Embalsaman el aire los granados.
En fogoso corcel de crines blancas,
Lomo robusto, refulgente casco,
Belfo espumante y sudorosas ancas,
Marcha por el camino de Damasco.
Saulo y eleva su bruñida lanza
Que a los destellos de la luz febea,
Mientras el bruto relinchando avanza,
Entre nubes de polvo centellea.
Tras las hojas de oscuros olivares
Mira de la ciudad los minaretes,
Y encima de los negros almenares
Ondear los azulados gallardetes.
Súbito, desde lóbrego celaje
Que desgarró la luz de hórrido rayo,
Oye la voz del célico mensaje;
Cae transido de mortal desmayo,
Bajo el corcel ensangrentado rueda,
Su lanza estalla con vibrar sonoro
Y, a los reflejos de la luz, remeda
Sierpe de fuego con escamas de oro. | es |
Diego,Eliseo | <XXI | El_General_A_Veces_Nos_Decía | El General a veces nos decía
extendiendo sus manos transparentes:
«así fue que lo vimos aquel día
en la tranquila lluvia indiferente
sobre el negro caballo memorable».
Suavizaba la sombra del alero
su camisa de nieve irreprochable
y el arco duro del perfil severo.
Y mientras en el patio de azul fino
cercana renacía la tristeza
del platanar con sus nocturnos roces,
más allá de las palmas y el camino,
limpiamente ceñida su pobreza,
pasaban en silencio nuestros dioses. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Te_Debo_Yo_Más_De_Un_Favor | Te debo yo más de un favor.
Dijo el Pudor al Abanico:
Siempre que a un ángel mortifico
Velas discreto su rubor.
—Otro favor suelo prestar
(Repuso el otro) a más de una hada:
Impedir noten que ya nada
La puede hacer ruborizar. | es |
Hernández,Miguel | <XXI | Un_Albañil_Quería..._No_Le_Faltaba_Aliento | Un albañil quería... No le faltaba aliento.
Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.
Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de plumas, muros de pájaros los mueve
una imaginación al mediodía.
Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.
Al fin, era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.
Un albañil quería... Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Una_Voz_De_Mujer_Dice_Que_Ama | Una voz de mujer dice que ama
la sombra que tal vez es la tuya
Estás disfrazado de policía y contemplas
caer la nieve ¿Pero cuándo?
No lo recuerdas Estabas en la calle
y nevaba sobre tu uniforme de poli
Aun así la pudiste observar:
una hermosa muchacha a horcajadas
sobre una motocicleta negra
al final de la avenida | es |