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411
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Pastora, dame licencia,
que diga que mi cuidado
sientes en el mismo grado,
que no es mucho en tu presencia
mostrarme tan confiado.
Pues Diana, si es así,
¿cómo puedo yo partirme?,
¿o tú cómo dejas irme?,
¿o cómo vengo yo aquí,
sin empacho a despedirme? | 6 | 10 |
Estaba el gaucho en su pago
con toda siguridá:
pero aura... ¡barbaridá!
la cosa anda tan fruncida,
que gasta el pobre la vida
en juir de la autoridá. | 39 | 6 |
Al entrar en la villa el soberano,
Alegre el pueblo prorumpió en las voces,
Que del palacio del señor de Lara
Llenó los patios y altos corredores ;
Y á poco del salón, donde el anciano
Con el hijo, el amigo y servidores,
Todos sus infortunios olvidaba,
La doble puerta con estruendo abrióse.
Tras de seis ballesteros y dos pajes
Entró gallardo de Castilla el conde.
En su talle gentil y faz hermosa
Mostrando el temple de su pecho noble.
ün sayo carmesí de oro bordado,
Una ancha cuera recamada, y sobre
El pecho un primoroso talabarte
Con castillos de plata por botones.
Una lijera toca de velludo
Adornada de plumas de coloreá,
Y de piel de pantera las abarcas.
Eran el traje del augusto jóven.
Un venablo empuñaba con la diestra,
Y con su cascabel y capirote
En el puño siniestro sustentaba
Un fiero azor. Algunos ricos hombres
Entraron en pos de él, y Rui Velázquez
Con aspecto feroz y altivo porte ;
Pero al poner en el salón la planta,
Quedó cual asesino, que en el monte
De su víctima encuentra de repente
El vengador espectro á media noche.
—Gústios de Lara, entrambos sarracenos,
Y los hidalgos, al entrar el conde,
Quedaron en silencio respetoso ;
Y el ciego anciano del sillón alzóse,
Por Ñuño y por Mudarra sostenido.
Fernán González calla., y reconoce
Con penetrantes ojos en un punto
Cuanto le cerca. El venerando y noble
Aspecto admira del señor de Lara,
Con honda compasión; del moro joven
El abierto semblante y gallardía.
Con vehemente interés," el grave porte
Del moro anciano, con respeto; y halla
En los hidalgos conocidos nombres
De lealtad y valor. Con suave acento
Así el silencio que reinaba, rompe :
" Qué es esto, Gústios Lara?...Estos infieles
" ¿ Con qué objeto, decid, con qué intenciones
A Salas han venido?" E l ciego ilustre,
Con gran respeto, la firmeza noble,
Que es solo propiedad de la inocencia,
Dejando ver, tranquilo respondióle :
il Que estoy en la presencia soberana
De mi señor, del castellano conde.
Me dicen las preguntas que he escuchado :
El solo puede hacérmelas; y pone"
^En su punto la sania Providencia
Acia mí, desdichado, sus favores,
Trayéndole á este alcázar en el dia.
En que piadosa y justa me socorre."
" Esto es, señor, que el brazo del Eterno
Siempre da á la inocencia vengadores,
Y que por mas que la maldad tolere,
Al fin las tramas del inicuo rompe."
De estos huéspedes son, pues lo preguntas,
El objeto y las altas intenciones
El pediros justicia, reclamando
La honra y la fama de mi antiguo nombre "
Y lanza á lanza, á todo trance, á muerte,
Con el inicuo acusador, que ose
Sustentar las calumnias que me han hecho
El mas desventurado de los hombres,
Combatiendo con prueba irresistible,
Con la prueba de sangre, que responde
Siempre al juicio del cielo, mi inoceiu ia
Hacer patente y mi lealtad al orbe."
"De los dos el anciano es Zaide, Zaidc....
Basta nombrarle; España le conoce :
Y este mancebo cordobés, MI HIJO !
Sangre de Lara por sus venas corre." —
Gran conmoción, sorpresa, mudo asombro
Pintaron actitudes y facciones,
Oyendo tal, de pajes, ballesteros
Y magnates del séquito del conde.
Este quedó cual suele el que perdido
Por intrincada selva en negra noche,
Al resplandor de inesperada lumbre
El camino anhelado reconoce ;
Y Velázquez, que al punto en que la planta
Puso en la estancia aquella, yerto, inmoble
Clavó en tierra la vista, y que al momento
Que Lara empezó á hablar, estremecióse.
Todos sus miembros el temblor mostrando
Que las hojas del álamo en el monte,
Guando le da una ráfaga de viento ;
Apenas pronunciar á Gustios oye,
Este es mi hijo, levantó los ojos,
(Hubiera dado su existencia entónces.
Por que del basilisco el fiero influjo
Tuvieran) enclavólos en el jóven,
Y vió una aparición, viendo la imagen
De Gonzalo. Su sangre toda helóse,
Se le erizó el cabello, un alarido
Lanzó que hizo tronar los artesones.
Diz que la garza, que orgullosa el aire
En la región suprema cruza y rompe,
Burlando altiva con lijero vuelo
La destreza y furor de los azores.
Cuando aquel que ha de darle cruda muerte,
Del puño parte, al punto lo conoce
Por un instinto peculiar, y asorda
Las altas nubes con dolientes voces.
Aquel momento de sorpresa y pasmo
Universal no pierde Zaide, y corre
A Mudarra, á quien tiene prevenido
De antemano con sabias instrucciones;
Y le anima, y le impele por la espalda
Acia las plantas del gallardo conde,
Al cual de esta manera con despejo
Habló, doblando una rodilla, el jóven
Inclito soberano de Castilla,
A quien los cielos de ventura colmen,
Gonzalo Gústios, el señor de Lara,
Víctima de malvados y traidores,"
E s mi padre : mi madre fué Zahira,
Hermana de Almanzor. La sangre noble,
Que arde en mi pecho, restaurar me manda
De mi familia el mancillado nombre;"
" Y vengo á vuestras plantas, la inocencia
Y la lealtad á demostrar al orbe
Del que me ba dado el ser, del padre mió,
Con la prueba de sangre. En vuestra corte"
Está el acusador, está el aleve.
Que con calumnias bárbaras y atroces,
De vuestro antecesor la alta justicia
Sorprendió con engaños y traiciones."
"Rui Velázquez se llama ; yo le emplazo
A combate de muerte. Egregio conde.
No me podéis negar campo seguro
Dentro de vuestras tierras, si conforme"
" A las leyes reináis, y yo os lo pido."
No dijo mas el agitado joven :
Quedó en silencio la espaciosa cuadra;
Be Velázquez la estrella oscurecióse. | 29 | 145 |
Minando así las cortes
por mil ocultas venas,
aspira ventajosa
a la ruina total de su grandeza. | 13 | 4 |
Cuanto sube hasta la cima
desciende pronto abatido
a lo profundo.
¡Ay de aquél que en algo estima
el bien caduco mentido
de este mundo! | 16 | 6 |
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo. | 0 | 4 |
Algún olmo que escondido
creció entre la yerba blanda,
sobre las aguas tendido
se reflejaba perdido
en su cristalina banda. | 26 | 5 |
Muaron los tiempos,
me he muao yo;
aonde no hay escritura jecha
no hay obligación. | 32 | 4 |
Flamenquiya, ¿qué dirías
si yo jisiera contigo
esas malitas partías? | 41 | 3 |
No igas que no me quieres;
no me pongas de manera
que hasta der sielo reniegue. | 41 | 3 |
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero. | 7 | 2 |
Ni aún agora he dispertado;
Que, según, Clotaldo, entiendo,
Todavía estoy durmiendo;
Yo no estoy muy engañado.
Porque, si ha sido soñado
Lo que vi palpable y cierto.
Lo que veo será incierto;
Y no es mucho que rendido,
Pues veo estando dormido,
Que sueñe estando despierto. | 14 | 10 |
Allí irá la hipocresía
Con el disfraz en la mano,
Y sabremos aquel día
Qué pechero hubo hidalguía
Y qué hidalgo fue villano. | 26 | 5 |
Mientras las ruedas trazan dos rayas paralelas
y el mozo carretero masculla cantinelas
y en lluvia de oro caen los granos de maíz,
crujiendo, rechinando, quejándose de todo,
saltando en los guijarros, ahogándose en el lodo,
se arrastra la carreta por sobre el polvo gris. | 36 | 6 |
Licio, al cual en sufrimiento
amador ninguno iguala,
suspendió allí su tormento
mientras miraba el contento
de su pulida zagala.
Mas cotejando su mal
con el gozo que ella había,
el fatigado zagal
con voz amarga y mortal
de esta manera decía. | 6 | 10 |
En tal guisa se partieron
los poetas todos cuatro
del selvático teatro,
desde el hecho que expidieron:
El camino que siguieron
No recuenta mi tratado,
y basta lo procesado
para el acto que dijeron. | 3 | 8 |
En cuanto al primero aquí hago una pausa,
no porque me faltan halagos que cuente,
mas por cuanto veo prolija la causa
y tan trabajosa que en mí no se siente.
Y vengo al segundo: que no tan valiente
en armas fue Ceva, no haciendo Domicio;
si Marco lo viera, dejando a Fabricio,
a él escribiera con pluma elocuente. | 2 | 8 |
Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo. | 0 | 4 |
Seguí adelante... Luego
Se hizo luz en la senda,
Y volví a quedar ciego. | 42 | 3 |
Troncos y paja:
por las rendijas entran
Budas e insectos. | 18 | 3 |
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará; | 40 | 4 |
Camino polvoriento y sinuoso
de los lagares bajo el sol de julio,
río que exhausto desemboca en verde
mar de viñedos, | 17 | 4 |
conocería dónde
sesteas, dulce Esposo, y, desatada
de esta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin vagar errada. | 19 | 5 |
Sobre tus bellos, transparentes ojos
Buscan los cielos su cristal divino;
Lanzas miradas, que cual rojo rayo,
Fieras deslumbran. | 17 | 4 |
¿La razón de tu tristeza?
Torpeza.
¿Y qué pesa en tu conciencia?
La ciencia.
¿Y cuál la raza malsana?
La humana.
Si una sangre nos hermana,
y a las pruebas me remito
No concibo ni permito,
Torpeza en la ciencia humana. | 24 | 10 |
Y el caracol entonces
a cuadrilla tan grave
dejó libre el camino,
diciendo únicamente: «Ustedes pasen». | 13 | 4 |
En los profundos abismos
de tu desdicha corriente,
¿quién te hizo ser prudente
sino tus trabajos mismos?
Cesaron los parosismos,
haciendo los males cursos;
mas tus trágicos discursos
publicarán tus concetos
en locutorios secretos
y en generales concursos. | 14 | 10 |
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia. | 18 | 3 |
Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía.
Y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer...
Era una delicia el ver
cómo pasaba sus días. | 39 | 6 |
Con ardor incansable,
su militar destreza,
ha combatido siempre,
contra pérfidas tropas filisteas. | 13 | 4 |
Yo la vestimenta de Pierrot tenía,
Y aunque me alegraba y aunque me reía,
Moraba en mi alma la melancolía. | 44 | 3 |
Más vale prometerte poco ahora,
y algo después cumplirte, lector mío,
no empiece yo con voz atronadora,
y luego acabe desmayado y frío;
no una altiva columna vencedora
que jamás rinda con su planta, impío
el tiempo destructor, alzar intento;
yo con pasar mi tiempo me contento. | 22 | 8 |
Vayan suspiros a cuentos,
vuélvanse los ojos fuentes,
resuciten accidentes,
que pasados pensamientos
no dañarán los presentes.
Vaya el mal por donde va,
y el bien por donde quisiere,
que yo iré por donde fuere,
pues ni el mal me espantará,
ni aun la muerte, si viniere. | 6 | 10 |
Yo fise de fortaleça
el mastel et la mesana,
las entenas de muy sana
fusta nueva sin cortesa;
las xarcias de firmesa,
las velas otro que tal,
la sorra puse de sal,
pistada con gran destresa
con obediencia coral. | 20 | 9 |
Desde que te fuiste,
serrana, y no vuelves,
no sé qué dolores son estos que tengo,
ni dónde me duelen. | 32 | 4 |
Con enojo muy grande le empecé a denostar;
le dije: “ Si Amor eres, no puedes aquí estar,
eres falso, embustero y ducho en engañar;
salvar no puedes uno, puedes cien mil matar. | 8 | 4 |
¿Qué nube os eclipsó, claros luceros?
Dejaos mirar si pretendéis vengaros;
mas ¡ay! que os imagino tan avaros,
que aun no daréis el mal de conoceros. | 10 | 4 |
Los suspiros son aire, y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va? | 40 | 4 |
Te he visto no sé dónde, ni sé cuándo.
¡Ah! Sí, ya lo recuerdo; fue soñando. | 7 | 2 |
En este signo tal creo que yo nací;
procuré servir siempre a las que conocí,
el bien que me causaron no desagradecí
y a muchas serví mucho y nada conseguí. | 8 | 4 |
MADRE, Santa María
En dónde canta el ave
De la esperanza mía?.. | 42 | 3 |
¿Y quién le avala al señor?
¡Mi honor!
Que no lo tienes, prevengo.
¡Tengo!
Mucha ropa hay en el mar...
¡Que lavar!
Aunque temas a luchar,
el más ruin tú de los seres
pues te escondes tras mujeres,
¡mi honor tengo que lavar! | 24 | 11 |
¿Amariya y con ojeras?...
No le preguntes qué tiene;
que está queriendo e beras. | 41 | 3 |
Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para? | 39 | 6 |
Y otros que hubo en Grecia
que la tal vida siguieron
y según hizo Lucrecia
por castidad perecieron:
los cuales todos vinieron
en este lugar que vedes,
y con sus canes y redes
hacen lo que allá hicieron. | 23 | 8 |
Sol de la tarde, Augusto Sembrador que el tesoro
De la luz, nos envías como un trigo de oro
A la tierra, que tiembla bajo el sagrado vuelo
De la vital simiente que aventas desde el cielo,
Con tu brazo solemne que el infinito abarca.
¡Augusto Sembrador! ¡Hermoso Patriarca! | 37 | 6 |
Levantóse la casada
una mañana al jardín,
dicen que a gozar del fresco:
¡Más le valiera dormir!
Esperando a su galán
a sueño breve y sutil,
le ha dado amor mala noche.
¡Más le valiera dormir!
Sobre la madeja bella
que al amor revuelve en sí
sale arrojando una roca.
¡Más le valiera dormir!
Gorguera saca de negro,
turquesado el faldellín,
y a medio vestir la ropa.
¡Más le valiera dormir!
A la salida del huerto
torcido se le ha un chapín,
de que quedó lastimada.
¡Más le valiera dormir!
Pasando más adelante
al coger un alhelí
le picó el dedo una abeja.
¡Más le valiera dormir!
Con tanto azar no descansa;
sale enamorada al fin
buscando a aquel que bien ama.
¡Más le valiera dormir!
Aquí mira, aquí se para;
nada halla aquí ni allí,
hasta ver lo que no quiso.
¡Más le valiera dormir!
A su amante halla muerto,
y al marido junto a sí,
que remató entrambas vidas.
¡Más le valiera dormir! | 28 | 36 |
¿Me das, pues, tu asentimiento?
Consiento.
¿Complácesme de ese modo?
En todo.
Pues te velaré hasta el día.
Sí, Mejía.
Páguete el cielo, Ana mía,
satisfacción tan entera.
Por que me juzgues sincera
consiento en todo, Mejía. | 24 | 10 |
Quítate e mi presensia,
no te baya a suseé
lo que er demonio no piensa. | 41 | 3 |
Si desto quieres enxiemplos,
mira la grand Bauilonia,
Teba y Lacedemonia,
el grand pueblo de Sydonia,
cuyas murallas y templos
son en grandes valladares
transformados,
e sus trihunfos tornados
en solares. | 20 | 9 |
Misteriosa y cabalística,
puede dar celos a Diana,
con su faz de porcelana
de una blancura eucarística. | 27 | 4 |
Licio mucho más le hablara,
y tenía más que hablalle,
si ella no se lo estorbara,
que con desdeñosa cara
al triste dice que calle.
Volvió a sus juegos la fiera
y a sus llantos el pastor;
y de la misma manera
ella queda en la ribera,
y él en su mismo dolor. | 6 | 10 |
vosotras, que, enojadas,
a la sed de los surcos y sembrados
la bebida negáis, o ya abrasadas
dais en ceniza el pasto a los ganados,
y si miráis benignas y clementes,
el cielo es labrador para las gentes; | 38 | 6 |
Hace monseñor versos y rehúsa
que no se sepan, y él los comunica
con muchos, y a la lengua ajena acusa; | 43 | 3 |
No temo al calor ni al frío
acogida a tu albedrío. | 7 | 2 |
No fuiste tú engendrada
ni producida de la dura tierra;
no debe ser notada
que ingratamente yerra
quien todo el otro error de sí destierra. | 19 | 5 |
Porque en sueños los bienes y los males,
Dorados en la loca fantasía,
Al ánima dormida son iguales:
El desdichado canta su agonía,
Y lamenta el feliz bienes mortales, | 25 | 5 |
Allí doncellas gentiles,
Que al andar perlas y flores
Esparcían,
Para faenas serviles
Los fieros conquistadores
Ofrecían. | 16 | 6 |
Con tanta inocencia como fue traída
hermosa la virgen, de quien habla Guido,
al triste holocausto del puerto de Alida,
habló la tercera, tornada al sentido,
el cual con la fabla le era fluido,
diciendo: «Boccaccio, la nuestra miseria,
si tú hablar quisieres, más digna materia
te ofrece de cuantas tú hayas resumido.» | 2 | 8 |
Mia que güenas partías:
ando pidiendo limosna
pa tenerte mantenía. | 41 | 3 |
Y allá en el trémulo fondo
el torreón se dibuja
como el contorno redondo
del hueco sombrío y hondo
que habita nocturna bruja. | 26 | 5 |
Para hacerse invisible
cualquiera hombre
no hay cosa más segura
que hacerse pobre;
pues el dinero
es lo que luce y hace
los caballeros. | 31 | 7 |
Yo soy virgen casta que todos adoran,
que todos aguardan con viva inquietud;
yo soy manjar rico que todos devoran;
amante a quien todos suspiran y lloran
cuando huye a otros brazos; ¡yo soy Juventud! | 25 | 5 |
En la lista de la tarde
el Gefe nos cantó el punto
diciendo: «quinientos juntos
»llevará el que se resierte,
»lo haremos pitar del juerte
»más bien dese por dijunto». | 39 | 6 |
Que en vez de aumentar su encanto
Con pompa y mundano brillo,
Se muestra anegada en llanto
Al pie de altar sacrosanto,
O al pie de pardo castillo. | 26 | 5 |
Respondió: "Señora mía,
nunca viene solo un mal,
y un dolor, aunque mortal,
siempre tiene compañía
con otro más principal;
y así, verme yo partir
de tu vista y de mi vida,
no es pena tan desmedida
como verte a ti sentir
tan de veras mi partida. | 6 | 10 |
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas | 43 | 3 |
Doblen las campanas,
doblen con doló;
que sha muerto la mi compañera
e mi corasón. | 32 | 4 |
Me vi ferido a muerte
de la frecha infecionada
de golpe terrible e fuerte,
que de mí non sope nada;
por lo qual fué ocultada
de mí la visyón que vía,
e tornóse mi alegría
en tristeza in fortunada. | 23 | 8 |
Que los reyes justicieros
y verdaderos y francos,
facen llanos los barrancos,
y los catillos roqueros;
que a la justicia con franqueza
y con verdad esmaltada,
nunca fue tal fortaleza,
tal constancia, tal firmeza,
que no fuese sojuzgada. | 20 | 9 |
El paño que el mercader
pone, y que la tienda cubre,
es el manto con que encubre
sus defectos la mujer. | 27 | 4 |
Son sus obras heroicas inmortales;
las líricas, süaves de manera
que vuelven en divinas las mortales. | 43 | 3 |
Y un sueño a la verdad pasa la vida,
sueño al principio de dorada lumbre,
senda de flores mil fácil subida
que a un monte lleva de lozana cumbre;
después vereda áspera y torcida,
monte de insuperable pesadumbre,
donde cansada de una en otra breña,
llora la vida y lo pasado sueña. | 22 | 8 |
Que vuelvas a nuestra quinta
por un libro que olvidé.
Si voy, ¿dónde te hallaré?
En esta alfombra que pinta | 27 | 4 |
A las manos fue traída
por una gentil doncella
a la magnífica Estrella
una guirlanda escogida:
y dada y tan recibida
fue con tal solemnidad
cual yo jamás por verdad
nunca vi en toda mi vida. | 3 | 8 |
¡Jesús mío, yo pequé!
¡Terrible fue mi pecado!
Vos sabéis lo que he llorado
en esta esperanza y fe. | 27 | 4 |
Si tiene los sobacos un poquillo mojados
y tiene chicas piernas y largos los costados,
ancheta de caderas, pies chicos, arqueados,
¡tal mujer no se encuentra en todos los mercados! | 8 | 4 |
Salgamos: la muda selva
derrama dulce beleño,
y esparce la madreselva
su apacible olor de sueño. | 9 | 4 |
Y una saya de sayal
forrada en peña tajada,
y una pescada cicial
de la garganta colgada, | 9 | 4 |
“Dista la delicia humana
(a que nuestro ser se inclina)
de la delicia divina,
cuanto la porción humana
del cuerpo, la soberana
porción del alma distó;
en la venida se vio
de Cristo, pues conocía
el mundo el bien que tenía
y a quien se le daba no. | 14 | 10 |
O ya en aquella parte,
que siempre está sujeta al inclemente
cielo, do no se parte
espesa y fría niebla eternamente,
do árbol no se vee,
ni soplo de aire blando que le oree; | 38 | 6 |
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba. | 0 | 4 |
«Dilo, señor, que desde aquí me obligo
de no decir que tú me lo dijiste»,
le dije, «por la fe de buen amigo». | 43 | 3 |
Ni un muchacho revoltoso
a quien, por calmar el llanto,
contaran en son medroso
aquel cuento tan famoso;
y el chico calló de espanto. | 26 | 5 |
De los pobres que allí había
a ninguno lo largaron;
los más viejos rezongaron,
pero a uno que se quejó
en seguida lo estaquiaron
y la cosa se acabó. | 39 | 6 |
¿Qué se hizo el Rey Don Juan?
Los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
que trajeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras? | 16 | 13 |
Enriquezco tu mano
cortando uvas
cubiertas por los soles
y por las lunas.
¡Ay si quisieras
que cortara tus besos
con mis tijeras. | 31 | 7 |
Á cojer amapolas,
madre, me perdí,
caras amapolas
fueron para mí. | 30 | 4 |
Delia linea animada
Divide recta
Estrellas al principio
y al fin mosquetas. | 30 | 4 |
Para que encuentren en tu pecho asilo
y les des juventud, vida, calor,
tres cosas que yo ya no puedo darles,
hice mis versos yo. | 40 | 4 |
Todo aquel que de sabio
tiene el aprecio,
savio será, si sabe
fingirse necio. | 30 | 4 |
¿Qué van cantando mis pajes?
Mensajes.
¿Has visto? ¡Parecen gansos!
Son mansos.
¿Por qué valen pocos montos?
¡Por tontos!
A cambio de nada y prontos
van por inercia a mi boca
en cascada necia y loca
mensajes mansos y tontos. | 24 | 10 |
En hombros por tu orilla.
Torre del Oro.
En tu azulejo brilla
sangre de toro. | 30 | 4 |
Entonces, que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán; | 11 | 4 |
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo. | 39 | 6 |
Montes de escombro y desiertos
No ciudades populosas,
Ya se ven;
¿Qué es de Valencia y sus huertos?
¿Y Murcia y Játiva hermosas?
¿Y Jaén? | 16 | 6 |
Aquél que de poeta no se precia,
¿para qué escribe versos y los dice?
¿Por qué desdeña lo que más aprecia? | 43 | 3 |
Recojo con las pestañas
sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo. | 9 | 4 |
De los Reyes de España prenda digna,
o por conquista de su celo santo,
o por ser de sus ínclitas milicias
palestra del valor y Seminario,
Orán fue siempre aquel artificioso
Briareo de piedra, cuyos brazos,
tantos como Castillos le circundan,
flechan perpetuamente horror y estragos.
Entre sus valerosos mogataces
lugar por su prudencia señalado
goza Alí, desde el tiempo que Buslaguen
la abandonó cobarde a un solo amago.
Este pues una vez entre otras muchas,
que honró mi albergue oculto y disfrazado
del parentesco a la amistad traído
el postrer Ramadán, que celebramos.
Como sabio en los ritos nazarenos,
y en las costumbres españolas sabio,
tanto supo decirme, y su elocuencia
o su verdad conmigo pudo tanto,
que depuesto aquel odio interminable,
que es, más que religión, razón de estado
con que aborrece el musulmán su nombre,
del cristiano las dulces leyes amo.
Amo la suavidad de su gobierno,
y amo en su Rey el más cabal dechado
de aquellas almas, que la omnipotencia
destinó para el bien de los humanos.
Transportado el anciano venerable
en los elogios de su Rey amado,
y el corazón vertiendo por los ojos,
mil veces anudó su voz el llanto.
Contaba del gran Carlos las proezas
desde su infante edad, en que, imitando
el claro ejemplo de su heroico padre,
fue una conquista su primer ensayo.
Cuando, admirando a los famosos héroes
que habían antes al África asombrado,
sobre su misma herencia y patrimonio
se hizo un nuevo derecho por su brazo.
Contaba que en Veletri su denuedo
tornó en feliz el más temible acaso,
al águila arrancando del imperio,
la victoria con que iba ya volando.
Fuera temeridad de su prudencia
compendiar los efectos acertados,
y aun inútil fatiga, cuando el orbe
se hace a sí mismo honor de publicarlos.
De su Justicia el Fuero Carolino
monumento será, que propagando
su nombre a las edades venideras
irá en las alas del común aplauso.
Así las soberanas decisiones,
que del hispano solio dimanando,
felicidades son a sus dominios
y admiración y envidia a los extraños.
Oráculos serán en todos tiempos,
a que el ilustre gremio de los sabios
templos erigirá de su memoria
y de su culto rendirá holocaustos.
El paternal amor y providencia,
con que al común provecho desvelado
concilia y une tan gloriosamente
los títulos de Padre y Soberano.
Tantas dignas empresas los publican;
y más bien la franqueza de su erario,
recompensa dichosa de la industria,
y abierto siempre al mérito y trabajo.
Accesibles los montes intratables,
que antes negaban al comercio el paso,
son obeliscos, que a su fama ilustre
formó naturaleza de antemano.
Hechos ya poblaciones los desiertos,
y hecho fecundo el más estéril campo,
estas espigas son sus oblaciones,
y aquellas piedras votos consagrados.
Dóciles las corrientes de los ríos
se mudan útilmente a su mandato,
y ellos de obedecer a tanto dueño
hasta el mar donde mueren corren vanos.
Su corte embellecida a sus expensas
hasta un extremo, al parecer, milagro,
y vencidos aquellos imposibles
por la torpe desidia figurados;
de su celo y constancia monumentos
serán eternos, inmortalizando
las obras de su mano la agradable
perpetua aclamación de un pueblo grato.
Amedrentado ya por sus bajeles
o rendido el furor de los corsarios,
ara sin susto el labrador la costa,
y el navegante el mar sin embarazos.
Su poder toda Europa reconoce;
sus armas llevan el terror y espanto
al más remoto clima, si hay alguno,
de quien antes su amor no haya triunfado.
Cuando el volcán de Cilia por cien bocas
sobre los horizontes comarcanos
fuego vomita, y con el ronco estruendo
rimbomban hondas ramblas y barrancos;
y cuando los aceros españoles,
horror de Cresla y Grava ensangrentados,
de cadáveres pueblan la campaña
y de dolor nuestros albergues vagos;
aquel grave sonido estrepitoso,
y estos mortales golpes que lloramos
ecos son de su voz y de su aliento,
meras ejecuciones de su amago.
El ardid y valor, que de nosotros
hacen que triunfen siempre los cristianos,
inspiraciones son de su pericia,
o influjos de su esfuerzo derivados.
¡Cuántas veces Brahim a nuestros ojos
siempre vencido y nunca escarmentado,
su osadía pagó, perdiendo en ella
la flor de sus alcaides y soldados!
Mas, ¿qué mucho que siempre la victoria
corone la asta del pendón cruzado,
cuando es un Alvarado quien le guía,
lustre y honor del suelo americano?
Aquel que, con domésticos ejemplos
en la escuela de Marte alicionado,
tuvo por preceptores de su brío
de sus mayores los gloriosos fastos:
de aquellos campeones invencibles,
que a su Rey nuevos mundos conquistando,
aun fueron sus inmensas extensiones
de su heroico valor corto teatro.
¡Cuántas virtudes!, ¡cuántas excelencias
de él refería el mogataz anciano!,
¡y cuán gustosamente embelesada
pendiente estaba el alma de sus labios!
Este, pues, igualmente de Belona
que de Minerva alumno, ejecutando
no menos vigoroso sus proyectos
que los medita reflexivo y cauto.
Después que de Brahim diversas veces
del grande Rozalcázar en los llanos
triunfar le vimos, y ganar victorias
aun sin costa del riesgo y del cuidado;
Y después que a los montes eminentes,
que a Orán dominan y le son padrastro,
cerró la entrada que el descuido atento
abierta conservó por tantos años.
Convertido su espíritu brillante
al gobierno político, y llevando
de su rey las gloriosas intenciones
por norte de su idea y de sus pasos.
El bien común solícito promueve
sin que embaracen sus intentos altos
inconvenientes, que constante allana,
obstáculos que vence despreciando.
Oráculo severo de las leyes,
al bueno premia, si castiga al malo;
siendo de su equidad igual elogio
de uno la queja y de otro los aplausos.
El pueblo con brillantes edificios
mejora y pule, y los soberbios arcos
que parecen padrones de su fama,
unen la conveniencia y el ornato.
El singular amor a su monarca,
que arde en su pecho generoso y grato,
en que cuantos rendimientos le tributa,
dignamente se está manifestando.
Por todos hable el ínclito trofeo
que en los natales del Tercero Carlos,
erige a la memoria de sus triunfos,
último esmero de maestra mano.
Hable aquel mármol que, de los cinceles
aliento recibiendo, retratado
conservará de un rey glorioso y justo
la memoria su digno simulacro.
Hablen los jaspes ya vanagloriosos
de su feliz destino, sustentando
al numen tutelar de Mauritania,
y hable ese hermoso Atlante de alabastro.
Hable el amor y esmero generoso
de aquellos celosísimos vasallos
que a su ejemplo a su amado rey consagran
sudores, vigilancias y trabajos.
Hablen... Mas, ¿dónde transportarme dejo
del amor que me inflama, retardando
el designio feliz que me conduce
con nuevo aliento a más seguros lauros?
Atravesando acaso esta espesura,
oí vuestras querellas, y obligado
de la fina amistad que os he debido,
quise de mis intentos avisaros.
Si seguirlos queréis, seréis dichosos
con tan glorioso dueño; mas, si acaso
amor os aprisiona, prendas sean
de mi constante afecto aquestos lazos. | 29 | 192 |
Y pues vuestro remediar
es quien puede remediarme,
yo os suplico deis lugar
do mi mal pueda quejar
sin poder de vos quejarme;
porque con tan sólo hablarme
me será tal beneficio
que sin más galardonarme
no es posible rescatarme
con mil años de servicio. | 12 | 11 |