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411
Hoy de los diputados canta el afecto, que me dicen que es grande el caballero, y digo que también el de Pinto. ¡Pues vaya, vaya de mojiganga! ¡Por vida de quien algo nos diga!
1
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otro favor no menos importante para el caso temido se nos muestra, de ingenio y fuerzas y valor bastante:
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3
Y a la extraña visión volviendo ahora que al triste viejo apareció en su sueño (que algunas veces cuando el alma llora, la muerte en consolarnos pone empeño, y bienes y delirios atesora que hacen más duro, al despertar, el ceño de la suerte fatal que en esta vida nos persigue con alma empedernida),
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8
Ocúpate, si quieres Vivir contento, Que a los desocupados Persigue el tedio: Fuera pereza, Si quieres verte libre De esta dolencia.
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7
Más con amor que con vicio he preguntado, Señora; quiero responder agora, pues seréis de mi servicio muy abonada deudora. Segura vais de cansaros, a lo menos de enojaros, por cansada que os veáis; que el cuidado que lleváis basta para descuidaros.
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10
Le ije a la luna del artito sielo, que me yebara siquiera por horas con mi compañero.
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4
Mira que el tiempo corre rápidamente, y que el tiempo pasado ya no lo tienes; y así, aprovecha las horas, los instantes del que te queda.
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7
Suena de presto su ronca bocina, incitadora de bélica saña: con ella retruena la brava montaña, su gélido suelo con ella rechina. Grida la gente feroz y malina: ¡Oh Lucifer, Lucifer, no receles! Presto verás la venganza que sueles ver de los tales si no determina Dios otra cosa con estos fieles...
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9
¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído?
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4
Nombradme vuestro amador para amaros por entero, seré vuestro caballero y seguro servidor siendo entonces vos motivo de mi vida y de mi honor, ¡si no moriré de amor así como de amor vivo estando de vos cautivo...!
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9
Todos cuatro en continente y no con próspera prisa Se fueron con la divisa era en su trono potente: saludaron reverente, según hacer se debía: Venus con gran alegría les habló graciosamente.
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8
Desde el plano sincero del diedro que se queja al girar su arista viva contempla el amador nivel de cedro la amada que en su hipótesis estriba y acariciando el lomo del instante disuelve sus dos manos en menguante
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6
en las llamas de las rosas, alocado y sensitivo, y dice a las ninfas cosas entre un querubín y un chivo.
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4
A la vendimia, niños vendimiadores. A la vendimia, niño, van mis amores. Mas con el cuido de no perder las hojas de los racimos.
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7
Después que hechos famosos hizo en esta misma guerra que hacía, hizo tratos tan honrosos que le dieron aun más tierra que tenía.
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6
Respondiole: "¡Oh mi Sireno!, si algún tiempo te olvidare, las hierbas que yo pisare por aqueste valle ameno se sequen cuando pasare; Y si el pensamiento mío en otra parte pusiere, suplico a Dios que si fuere con mis ovejas al río se seque cuando me viere.
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10
Tendida la blanca vela casi vuela mi barquilla, y va dejando su quilla sobre las ondas la estela; y mientras mi barca vuela y espumas hace saltar, soy al viento mi cantar viendo bellos espejismos que decoran los abismos de los vielos y del mar.
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Se van mostrando despacio Las verjas de oro amarillas, Canceles de aquel palacio Que dividen el espacio De la nave y las capillas.
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5
Donde creas que miente, dice mayor verdad, en las coplas pulidas yace gran fealdad; si el libro es bueno o malo por las notas juzgad, las coplas y las notas load o denostad.
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4
El hado, que no se inclina ni ceja, cual polvo vano los barrió, y en espantosa ruina, al pueblo y al soberano sepultó.
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6
Por ti no hay protocolo, primera y sola estrenas absoluta tu protocola.
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4
Luego que fue a ilustrar su nuevo alcázar, estable silla al español imperio y obra por sí acabada, el grande Carlos mandó juntar los próceres del pueblo, y, colocado en el supremo trono, rompió con tales voces el silencio: «Ya la edad varonil, la fuerza y brío del Príncipe parece están pidiendo consorte que con larga descendencia le hagan feliz. El público provecho, de Estado la razón, los obsequiosos pueblos de la península y aquellos que, si bien los dividen anchos mares, ni en amor ceder saben, ni en obsequio, solicitan lo mismo. Este cuidado dudas ocasionó a mi pensamiento, hasta que al fin vencidas, determino seguir por más seguro este consejo. Luisa, estimada hija de Felipe, mi hermano, aquel que victorioso el seno de Italia penetró, entre las ausonias ninfas de única goza el privilegio. Esta elegí, de la borbonia estirpe rama gloriosa o ínclito renuevo, si es que dejarme pudo algún arbitrio el amor que del Príncipe en el pecho su mérito encendió, a merced del arte bien trasladado a un venturoso lienzo. Explorados los ánimos, consigo sea Luisa de Carlos digno empleo, y la gloria y blasón de los Borbones se eleven nuevamente hasta los cielos. Y más cuando produzca este consorcio a la feliz España ilustres nietos, que el nombre de Borbón reduplicando, ejercicio perenne den al eco. ¿Qué hacéis, pues? Disponed apresurados la marcha a Italia; ligurinos techos aposentan de España a la Princesa, venga a su capital, pues ya es su dueño. Al mismo tiempo debo preveniros que conduzcáis hacia el ausonio suelo a mi hija, a mi amada María Luisa, prenda que de Leopoldo los deseos como suya impacientes solicitan. ¿Pero consentirá el amor paterno despedirme de una hija tan amada, que nunca veré acaso? ¿De su pecho podrá el mío apartarse? De estos brazos arrancadla; llevadla do Himeneo manda. Con ella parte de nosotros alegre vaya, triste quede el resto.» Así dijo, y al punto diligentes, el superior mandato obedeciendo, del mar a las orillas se encaminan, por donde España tiene austral aspecto. Yace en los celebrados Contestanos una antigua ciudad, a quien dijeron Cartago nueva, contrapuesta a Libia. De los brazos de tierra forma un puerto, que el mar circundan por espacio largo arco formando; todo aquel terreno hacen inexpugnables fuertes muros; a flor del agua está un peñasco inmenso que le sirve de llave; el mar tranquilo desprecia del Boótes los esfuerzos. Aquí llegaron, y después que alegre dejó admirarse del concurso atento la augusta Infanta, luego de la escuadra van a ocupar los voladores leños. Los vientos soplan; ya en el mar se engolfan; la tierra se divisa mal de lejos; ciñen las naves menos venturosas a la que lleva el más dichoso peso. Queda a la izquierda el Ródano; a la diestra Etruria, y de Parténope los reinos, cuna feliz de nuestra amable Infanta. Ya se acerca la tierra, y van subiendo las costas ginovesas. De la invicta ciudad abre las puertas al momento el amor de la gente. Ya de Parma admiran en la ninfa los iberos de deidad infinitas cualidades: unos lo afable del semblante regio; de los miembros la gracia y compostura otros; y todos con igual acierto alaban la dulzura y alegría que en sus ojos parece están de asiento. Al punto que se vieron las dos ninfas dentro de la ciudad, con lazo estrecho se abrazan, y con ósculos explican el mutuo gusto; nuevos sentimientos sacando el nuevo gozo de sus ojos. El oro, que en las márgenes del Tejo ésta bebió, por lágrimas derrama; aquélla del Erídano el electro llanto de Faetusa. Amor al punto los líquidos despojos recogiendo, éstos dirige al amoroso Carlos, al impaciente Leopoldo aquellos. Festiva la ciudad sobre manera a sí misma se excede; y el festejo de las dos ninfas a su cargo toman nobleza y plebe con igual empeño. Ya gustan de mirar el rostro afable de ésta, de aquella ya el agrado tierno; e, indecisa la vista, en los dos rostros gusta mil veces de variar de objeto. No tanta gloria pudo dar Cibeles al Díndimo, ni a Pafos tanta Venus, como a Génova dan las dos princesas, feliz por hospedarlas en su centro. Pasan los días, y aunque amor las manda dividirse, lo impide el mismo afecto. Llegó el último fin en que apartarse manda el orden real; tres veces fueron a hablar, y por tres veces a formarle para el postrero vale faltó aliento. Dejan pues la ciudad, las altas popas reciben su Princesa, que influyendo como estrella propicia, las inquietas olas al punto serenó y los vientos. El campo azul así surcaba, cuando en el séptimo día repartiendo sus luces bellas la rosada aurora por las excelsas gabias, ya que el sueño había sacudido, a su presencia se ofreció rodeado todo el cuerpo de púrpura real la augusta imagen de España. Pende del dorado cuello rico collar, adorna su cabeza una alta torre, guarnecida a trechos de diademas de piedras peregrinas. Debajo de sus pies el orbe nuevo tiene, la religión y fe la siguen, y la justicia armada de su peso, y, postrada ante ella, así la dijo: «Salve, luz de España, del ibero firme esperanza, del Borbón Felipe ilustre hija, de ínclitos abuelos descendencia, y que reyes a la tierra has de dar. ¿Es posible que te veo después de tan diversos infortunios por mar y tierra? Ven adonde fueron tan amados tus padres; ve a tu España. Estos países, todos estos reinos son tu dote, y aquellos que divide el océano mar. ¡Cuántos anhelos me cuesta este consorcio deseado! ¡Con cuántos votos le he pedido al cielo! Por fin oyó mis ruegos, y dispone vengas a ser la paz de este hemisferio con el dichoso Carlos. De este modo las Lises de la Francia irán cundiendo tanto, que en todas partes saldrán flores en que escritos se lean nombres regios. Ven a tus reinos pues, donde te llaman los cielos, el amor y rendimiento. El Rey, tu esposo, Mantua te desea, y la heroica Isabel unir queriendo su rostro al tuyo. Advierte en su cordura los singulares dotes y talentos, que cifró larga serie de monarcas. Por dos veces la vio el hispano suelo reinar; ahora ve reyes a sus hijos, y también reyes ínclitos sus nietos. Así los siglos llevarán su nombre por tantos reyes para hacerle eterno.» De aquesta suerte dijo, y, como sombra o aire vano, se deshizo luego. El Euro, en tanto, la brillante aurora dejando y los confines nabateos, lleva la escuadra al puerto deseado. Apenas la española arena el sello del pie augusto logró, cuando de todos admirarse dejó nuevo portento. La nave que condujo a la Princesa empezó a enmollecerse, convirtiendo su ser antiguo en el de hermosa ninfa. Entre las bellas hijas de Nereo, si bien nació en las selvas, logra vida, a tal servicio merecido premio. Ya entra en sus tierras Luisa, acompañada de inmensa multitud. Los campos llenos repiten sus elogios, que en mil coros alternan ya doncellas, ya mancebos. Las altas torres, los soberbios montes inclinan en señal de acatamiento a su dueño las cimas eminentes; y las deidades, de quien son esmeros los campos españoles, la tributan sus más preciosos dones con respeto; sus rosas Flora, Ceres sus espigas, y Palas de la oliva el ramo fresco. Hay un lugar llamado antiguamente Ara de Jove; el Tajo le hace ameno con su raudal. Aquí en la primavera suelen gozar los reyes grato asiento, cuando los campos muestran sus verdores, o los matiza el céfiro sereno. De la diosa de Chipre conducidos mil armados amores concurrieron; unos flechas arrojan por los campos, su destreza ensayando; otros, cogiendo flores, tejen guirnaldas; éstos claman, ensalzando a los astros a Himeneo; aquéllos danzan; muchos de ellos vuelan sobre altas torres para estar de acecho cuando llegue su dueño. Suena al punto la voz de que ya viene. El Tajo, haciendo que su cabeza toque las estrellas, formó un líquido monte corpulento para adorar la ninfa que venía; la cual, llevada del amable objeto, gustosa mira desde su carroza tantos bosques y selvas, el somero río, las florecientes arboledas, mármoles vivos y diversos juegos de las aguas, gozando la armonía que en río y bosque forma el aire fresco. Tú también, a quien dio perpetuo nombre la parmesana Luisa, de mis versos has de ser celebrada, oh Villaverde. Tú, después de los varios contratiempos, humilde la recibes y fomentas; su cansancio reparas, en tus huertos a beneficio de los aires puros desecha del viaje el largo tedio, y dejándose ver de todos, logra reparar el espíritu y el cuerpo. Ya en este tiempo Venus oficiosa, quejándose del tardo movimiento de los días, los tálamos prepara, y del Rey apresura los intentos. Más allá de los montes carpetanos, línea de ambas Castillas, un ameno valle, a quien dieron nombre los sapinos, yace. Al prelado insigne de Toledo Ildefonso se erige en su distrito altar devoto, suntuoso templo. Aquí del seco estío los rigores no se sienten jamás; reina perpetuo el verano en las selvas cuando el sirio agosta el campo. El cortesano estruendo dejado, este lugar al nuevo triunfo del amor destinado, y de Himeneo en sus bosques umbrosos divertía al grande Carlos; cuando amaneciendo Luisa con su llegada, los contornos, las montañas saltaron de contento. Llega al palacio, y en el mismo punto del himen resonó el alegre acento, lográndose, con ser de Carlos Luisa, de toda España el general deseo. Ya los bosques y campos laurentinos habitan los que célebres han hecho la religión y augusta arquitectura. El Ésculo que nace en todos ellos nombre les dio, y el nombre del Levita a la sagrada casa. Aquí los cielos por muchos días retribuyen gracias por el feliz consorcio; y con ejemplo piadoso exequias fúnebres dedican a los manes augustos. Ya era tiempo de volver a ilustrar los patios lares y los muros de Mantua. El mausoleo del gran Felipe dejan, y los campos del mártir español, el gran Lorenzo. Ya Madrid se descubre, ya la cuesta que está después del río van subiendo, donde empiezan las torres a elevarse y de altas casas los labrados techos. Una sola es la voz que se percibe al pueblo innumerable y placentero: «Alégrate ya, oh Mantua venturosa, pues ves a tu princesa, y salvos vemos a Carlos nuestro Rey, su augusta madre, y todos los demás príncipes nuestros.» Guiada de estas voces lisonjeras, entra Luisa gustosa, recibiendo los aplausos y votos de la gente en su Corte feliz y alcázar regio.
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Soy desgraciaíto jasta pal andá: que los pasitos que yo doy palante se güerben patrás.
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4
La campana aldeana En la gloria del sol Era alma cristiana.
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¿Qué importa que no los quieran a los que saben amar, y amando se saben dar, y dándose nada esperan porque amar no es esperar?
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Te es infiel ¿y la quieres? No me extraña; yo adoro a la esperanza, aunque me engaña.
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Siempre en los rincones te encuentro yorando; mala puñalá me den, compañera, si te doy mar pago.
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Y contra la arena el sueño, a la sombra de una barca, fuera de la mar, sin remos
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Si refrenas la vista ya te parece que se marchan los hombres y que no vuelven
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Partidor se hizo al lobo; mandó que a todos diese: éste apartó el menudo, para que lo comiese el león, a quien dijo la mesa bendijese; para sí, la canal, la mayor que se viese.
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Diez galápagos juntos topó más adelante, que de un pequeño charco pasaban a buscar otro más grande.
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Soltadnos de las prisiones de nuestros viciosos fuegos, dad lumbre a los que están ciegos de sus propias aficiones; nuestros males apartad, nuestros bienes procurando, para que queden de un bando la razón y voluntad.
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Roja y verde, eché a tu cuerpo la capa de mi talento.
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¿Que será sin ti mi vida? ¡Fallida! a mi dolor ¿Quién lo calma? ¡El alma! ¿Y a mi corazón que hieres? ¡Se muere! Asesina de placeres que me aflige y atormenta y en mi vida representas: fallida alma que se muere.
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Porque yo me naje no sientas ni yores, que ése es er pago, compañera mía, que damos los hombres.
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El mas vivo interés, el entusiasmo Mas puro en la actitud y en las facciones Del gran Fernán González relucieron ; Simpatizando con el alma noble De Mudarra la suya. Y envidiando Casi tal ocasión de alto renombre Conseguir, combatiendo con justicia, Por la virtud hollada, respondióle, Teniendo que esforzarse y contenerse, Por no echarle los brazos : "Corresponde " Á la sagrada obligación de hijo " A su padre vengar, y á todo coste " "Aclarar su inocencia. Vuestro intento Es heroico y es santo ; pero, joven, Ved que aquel que se arroja temerario A la alta empresa de mostrar al orbe" " Los juicios de Dios, si muy seguro No está de la verdad, qué horror! se expone A que el cielo confunda su osadía. Campo seguro me pedís, conforme" A los usos y leyes de mi Estado; Yo os le concedo en medio de mi corte, En la plaza de Burgos. Mas primero Diga vuestro contrario, qué responde :" " Rui Velazquez, hablad."—Al oir Mudarra De su enemigo pronunciar el nombre, Y al mirarle salir de entre la turba, Lanza un ronco alarido, en pié se pone, Y pálido y temblando, <QiiéI....aquí estaba!" Y en mi presencia! y vive ?" grita, rompe El albornoz, y al puño del alfanje .Lleva la diestra. Zaide se interpone, Y le arrebata, y le retira, y dice : Qué vas á hacer, mancebo?" Levantóse Rumor sordo y confuso, semejante Al subterráneo aterrador que se oye Antes de un terremoto; y todos clavan Los ojos en Yelázquez, que del conde Aparece á la voz, como el cadáver Que obediente al conjuro, en pié se pone. Dejóse en medio ver, y cuando advierte Que la atención universal absorbe, De su altivez sacando nuevo brio, Dominarse logró, (que era al fin hombre Endurecido en crímenes, valiente, Y á mandar avezado) y á su porte Dando tranquilidad, y á su semblante De sardónica risa los colores; Enmascarando^ su furor, cual vemos Allá en Sicilia al empinado monte Con engañosa faz de helada nieve. Negar que en sus entrañas fuego esconde js " Si es cosa estraña," con desprecio dijo " El que escuches las necias pretensiones " De ese loco rapaz, aun mas estraño " Es, señor, que me llames y provoques" • Para darle respuesta. ¿Por ventura De Castilla han de estar los ricos hombres A la disposición de advenedizos, Y á la merced de viles impostores?" " Mira por ti, señor, y sin tardanza Da á tus armados ballesteros orden De que á esos dos infieles sospechosos. De los confines de Castilla arrojen." Grito de indignación sonó en la cuadra : Quedó Velázquez como escollo inmoble, Y Zaide adelantando algunos pasos. De esta manera con reposo hablóle ¿Aun de insultar al cielo no te cansas? ¡Ay, que apresta sus rayos vengadores!.... Me llamas impostor ¿cuándo lo lie sido?.... Mírame; Zaide soy—Bien me conoces." "Llamas advenedizo á este mancebo— Y ¿por qué de mirarle, aunque lo escondes Con mentido desprecio y falsa risa, Tiemblas y te confundes?....¿Sus facciones" lt Las de una de tus víctimas te copian?.... Hijo es de Lara, sí ; con mudas voces El cielo le lo dice ; hijo es de Lara, De Lara, el inocente, y de la noble" "Hermana de Almanzor."—"Astuto moro," Furibundo Velázquez atajóle : "De una infiel y un traidor el hijo sea; "Mas te engañas, si piensas corresponde" "Con un bastardo vil medir su lanza " A un caballero de mi sangre y porte." Nuevo rumor de indignación resuena ; Del terremoto es ya. Los servidores De la casa de Lara están á punto De atrepellar por todo, los estoques Y dagas requiriendo ; cuando el ciego. Por Ñuño dirigido, va del conde A arrojarse á las plantas, y lanzando Gemidos, que los mármoles y bronces Pudieran conmover, " Señor I" exclama, "Miente quien de bastardo le da el nombre." Es mi bijo natural, que yo era libre, "•Libre su madre."—Enternecido el conde, Y yo le legitimo, como puedo "Cual señor soberano," respondióle ; " Y aquel ceremonial con que en Castilla "Pueden reconocer los ricos bombres "Por buenos á sus bijos naturales, "Os autorizo á celebrar." Entonces Rui Vclázqucz, espíritu maligno A quien compele, apremia, liga y pone En el último trance el exorcista Con la cruz santa y santas oraciones; De espantosos relámpagos la lumbre Dio á sus ojos siniestros y feroces, Y ahogado de terror, tornado en Furia, Así gritó con voz agria y discorde : "Legítimo ó bastardo, ¿qué me importa? Perezca, pues el ciclo me le pone En las manos. Acepto el desafío : Dentro de un mes, en medio de la corte E n la plaza de Burgos, con mi lanza "Te daré la respuesta, incauto joven." Dijo, y despareció con sus secuaces : Al punto de caballos el galope Afirmó su partida : cuantos cercan Al ciego Lara y al augusto conde, Quedaron en el ancho desahogo Con que respira turba de pastores, Si el meteoro aterrador, que acaso Angustiada la tuvo larga noche Con su infausta presencia, se disipa, al occidente rápido traspone.
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129
¿Qué es lo que dijo de amor y de la barbera? ¡Ay, cielo! ¿Soy yo de bronce? ¿Soy hielo? En la puerta estoy mejor:
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Para mayores cosas levanto el armonía del plectro que solía tratar las amorósas por ver si el laurel verde hallo en las armas, que en amor se pierde.
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Por nuestro Señor, que es mina la taberna de Alcocer; grande consuelo es tener la taberna por vecina. Si es o no invención moderna, vive Dios que no lo sé, pero delicada fue la invención de la taberna.
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Si alguna vez a mi dolor se presta benigno el sueño con amigas alas, hijo de la callada, húmida noche, al fatigado espíritu aparece de mi partida el infeliz instante. Miro los ojos de esplendor divino, que en lágrimas se inundan amorosas, la trenza ondosa deslazada al viento, suelta la veste cándida, y escucho la conocida voz, las dulces quejas, que serenar el ímpetu espantoso pueden del mar en tempestad oscura. Tiemblo, y en vano la funesta imagen quiero de mí apartar. Ya me parece que con halagos, de pasión nacidos, la linda Isaura mi partida estorba; ya que indignada a su amador acusa de ingrato y desleal; ya, que rendida a su aflicción, la voz y el llanto cesan... Yo, ¡mísero!, ciñendo el cuello hermoso y a su labio tal vez uniendo el mío, juro a los cielos que primero falte mi aliento débil, que en ajenos brazos llegue a mirarla que la pierda y viva antes que olvide mi pasión primera. Mas ya se acerca el trance aborrecido: late oprimido el corazón... Entonces al violento pesar de mí se aparta leve la imagen de la muerte triste más que la muerte inexorable y dura.
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Ven, ceñida de rayos y de flores la rósea frente, ¡oh plácida mañana! Ve; ven, y ahuyenta con tu faz galana la perezosa noche y sus horrores.
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4
¿Cómo vive esa rosa que has prendido junto a tu corazón? Nunca hasta ahora contemplé en la tierra sobre el volcán la flor.
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4
Entra mayo y sale abril ¡cuán garridico me le vi venir!
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2
En soledad vivía, y en soledad he puesto ya su nido, y en soledad la guía a solas su querido, también en soledad de amor herido.
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Ya esta suerte, que empeora, se vio tan en las estrellas, que formó de mí querellas de quien yo las formo ahora. Y es tal la falta, señora, de este bien, que de pensallo, confuso y triste me hallo, que si por vos me preguntan los que mi daño barruntan, de pura vergüenza callo.
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A los reinos llegó de sus hermanas, a las cuales el caso extraño cuenta; finge que con injurias muy villanas Amor la echó de sí con grande afrenta. Ella`s crédulas son, como inhumanas, y cada cual, de tanto bien hambrienta, lanzándose del monte, cuál primero, con su muerte pagó el pecado fiero.
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8
Entre las ramas del que más se lava en el arroyo, mirto levantado, carcaj de cristal hizo, si no aljaba, su blanco pecho, de un arpón dorado. El monstro de rigor, la fiera brava, mira la ofrenda ya con más cuidado, y aun siente que a su dueño sea, devoto, confuso alcaide más, el verde soto.
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8
También hacéis vuestra estancia en Guadalupe en las breñas, y así en la Peña de Francia; yo no siento qué ganancia sacáis de andar por las peñas; mas lo que de ello sospecho es, que salís al atajo a tomar, contra derecho, para vos este trabajo a fin de nuestro provecho.
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10
Entre las otras sois vos, dama de aquesta mi vida, del traste común salida, una en el mundo, de dos, vos sois la que desfacéis lo que contienen mis versos; vos sois la que merecéis renombre e loor cobréis entre las otras diversos.
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9
hasta que finalmente, en duro mármol vuelta y transformada, hizo de sí la gente no tan maravillada cuanto de aquella ingratitud vengada.
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No dejó grandes tesoros, ni alcanzó muchas riquezas ni vajillas; mas hizo guerra a los moros, ganando sus fortalezas y sus villas; y en las lides que venció, cuántos moros y caballos se perdieron; y en este oficio ganó las rentas y los vasallos que le dieron.
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12
no más llevarte flores escogidas, ni de mis palomitas los hijuelos, ni leche de mis vacas más queridas, ni pedirte ni darte ya más celos, ni más jurarte mi constancia pura, por Venus, por mi fe, por tu hermosura.
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6
tienen las alabanzas por molestas que les dan por poetas, y holgarían llevar la loa sin el nombre a cuestas».
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3
La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso.
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4
Cupido, el cual se mostraba Ser en los potentes Príncipes, que a si llevaba, y sabios muy trascendentes: Le vi de monarca piedras fulgentes Muy lucífera corona, Cándida, como la zona De los signos transparentes.
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8
Siente el tambor en su pecho y hasta el rubor de su sangre le abandona. Mira con rabia el barbecho temiendo que se desangre si no abona.
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6
Y tus labios, de bisel tan terso, eran la vida misma, como una ardiente flor nutrida con la savia de aquella piel oscura que infiltraba nocturno escalofrío.
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6
K e r i m a en su magnífico aposento Entre confusos pensamientos vaga : Y a amor su c o r a z ó n ensefiorca, Y ella aun lo ignora, aunque en amor se abrasa. L a fiesta popular, l a augusta boda, Los banquetes, las músicas, las danzas. E l concurso, y los lances del torneo, Todo en su mente revolando pasa ; Mas siempre en ella, entre el tropel confuso De recuerdos sin fin, mira á M u d a r r a , Que es el blanco de todas sus ideas, Que es el anhelo solo de su alma. Y a l a anciana nodriza de sus brazos. De su frente y b l a n q u í s i m a garganta. Besando c a r i ñ o s a sus mejillas, Las espléndidas joyas le desata ; Y al v e r l a tan suspensaj se sonríe, Y con malicia, de su edad no e s t r a ñ a, " A y , K e r i m a ! " le dice, ^ ¿ de las fiestas " V u e l v e s tan pensativa y tan t u r b a d a ? " . .. " Hija de m i c a r i ñ o ! — q u é te aflige?..., Tu tierno c o r a z ó n conmigo ensancha. ¿ H a s por ventura visto á otra doncella Mas ricas joyas ó mejores galas? a s beldad no es posible, pues t ú eres L a rosa de oro y el c i p r é s de plata Del imperio andaluz. . . . Y en l a riqueza, E n perlas y almaizares ¿ q u i é n te iguala ? " . . . " N o respondes?.... De fiestas y torneos, Y de banquetes p ú b l i c o s se saca.... Cansancio.... nada m a s — E n otros tiempos Mayor recogimiento se estilaba." " C u a n d o Alhaken, cuando A l h a k e n vivía. Una i l u s t r e doncella no pisaba Jamas l a c a l l e . . . . siempre en sus j a r d i n e s— Siempre.... mas todo en este mundo cambia — " Matar infieles era e l solo empleo De nuestros buenos padres... s í . . . ¡Mal haya Quien i n v e n t ó las justas y festines, Las m ú s i c a s , los versos y las zambras!" L a inocente K e r i m a con zozobra Oye de su nodriza las palabras, Y tiembla silenciosa, rezelando Que encubre mal lo que en su pecho guarda. E n un b a ñ o de pórfido recuesta E l cuerpo hermoso, y olorosas aguas, De regalado temple, refrigerio Dan á sus blancas formas delicadas. Y a sus oscuras prolongadas trenzas Deshacen con p r i m o r diestras esclavas, Y las recogen en lijera toca, Y en aceite de rosa las empapan. E n femenil curiosidad ardiendo Todas, la ostigan con preguntas varias, ¥ quieren que les cuente de la boda Hasta las mas p e q u e ñ a s circunstancias Y los varios colores y divisas; Quién lucio en l a corrida de las cañas, Y con q u i é n ha danzado, y cuáles fueron Las mas vistosas y elegantes galas. E l l a responde á todo, y nombra á todos Los que en aquellas fiestas se encontraran Pero por que su rostro no l a venda, E v i t a siempre el nombre de Mudarra. Queda sola en su lecho, y l a dulzura Del sueño bienhechor inquieta aguarda : A y ! sus enamorados pensamientos De sus ojos lo ahuyentan y separan. " Quién este j o v e n es?—Deudo, no hay duda, D e l insigne Almanzor.—Mas ¿ q u é palabras De tósigo mortal entre los labios De mi padre e s c u c h é ? , . . . Por q u é su saña? Expósito infeliz!!!... huérfano infame!!!..,. No lo dijo por é l . . . . Su ilustre alma B r i l l a en su faz, su estirpe generosa E n su disposición noble y g a l l a r d a ." " Y ¿á q u i é n , á q u i é n el venturoso joven " L a prenda que g a n ó , cielos! consagra? Así dice entre sí, y acerbo llanto De sus ojos b e l l í s i m o s derrama. Infeliz! infeliz!..,, su tierno pecho Apenas siente del amor la llama, Y la h o r r i b l e ponzoña de los zelos Ejercita ya en él su ardiente rabia. ¡ Cómo se ofusca, c u á n t o desvaría Una i m a g i n a c i ó n acalorada! ¡ Y c u á n t o el noble pecho de K e r i ma Aplaudiera el intento de Mudarra! Pues luego que t e n d i ó tranquila noche Su manto oscuro por l a t i e r r a opaca, A l rayo hermoso de naciente luna, Que entre celajes plácidos se alzaba, Dirigió el j ó v e n con plausible anhelo A l sacro bosque la piadosa planta, Donde la sepultura de Zahira Entre cipreses l ú g u b r e s estaba; Y de un lauro lozano que sobre ella, Cual r ú s t i c o dosel, frondosas ramas Estendía, con l á g r i m a s los ojos, Colgó el a n i l lo y enlazó la banda.
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¿Dices que nada se crea? No te importe, con el barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano.
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Entre la leve gasa que levantaba el palpitante seno, una flor se mecía en compasado y dulce movimiento.
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¡Carne de música, rosal de sangre loca, sol con estrellas, manzana matutina, pon en mi boca las rosas de tu boca, tu boca roja de sol y coralina!
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Recuerda que tú existes tan sólo en este libro, agradece tu vida a mis fantasmas, a la pasión que pongo en cada verso por recordar el aire que respiras, la ropa que te pones y me quitas, los taxis en que viajas cada noche, sirena y corazón de los taxistas, las copas que compartes por los bares con las gentes que viven en sus barras. Recuerda que yo espero al otro lado de los tranvías cuando llegas tarde, que, centinela incómodo, el teléfono se convierte en un huésped sin noticias, que hay un rumor vacío de ascensores querellándose solos, convocando mientras suben o bajan tu nostalgia. Recuerda que mi reino son las dudas de esta ciudad con prisa solamente, y que la libertad, cisne terrible, no es el ave nocturna de los sueños, sí la complicidad, su mantenerse herida por el sable que nos hace sabernos personajes literarios, mentiras de verdad, verdades de mentira.
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Dícenos Salomón y dice la verdad, que las cosas del mundo todas son vanidad, todas perecederas que se van con la edad; salvo el amor de Dios, todas son liviandad.
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Mira el extremo en que estó viendo mi bien tan dudoso, que vengo a ser envidioso de cosas menos que yo: al ave que lleva el viento, al pez en la tempestad, por sola su libertad daré yo mi entendimiento.
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Venus, hija del mar, diosa de Gnido, y tú, ciego rapaz, que revolante sigues el carro de tu madre hermosa, la aljaba de marfil pendiente al lado: Si hay piedad en el cielo, si el humilde ruego de un infeliz no vos ofende, ¡oh!, basten ya las padecidas penas. Vuelva yo a ver aquel agrado honesto, aquel dulce reír, y la süave voz de sirena escuche, y sus favores gozando, tornen las alegres horas. Pero si acaso mi destino fuere tan enemigo a la ventura mía, que en larga ausencia padecer me manda: Alma Citeres, flechador Cupido, tal rigor estorbad. Falte a mis ojos la luz pura del sol en noche eterna, y del cuerpo mi espíritu desnudo, fugaz descienda, en vana sombra y fría, a la morada de Plutón terrible.
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Rayo de metal crispado fulgentemente caído, picotea mi costado y hace en él un triste nido.
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Vuestro muy gentil aseo, Garnido en toda bodad, Me conquista, pues que veo Cerca la contrariedad: Por lo cual, señora, creo Que de aquesta enfermedad Tarde o nunca sanaré.
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RUISEÑOR! ¡Alondra!.. Pájaro riente Que dices tu canto al pie de la fuente, De la fuente clara, de claro cristal... Pájaro que dices tu canto, escondido En el viejo roble de rosas florido, Sobre la vitela del viejo misal.
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Ay, el rincón de tu vientre; el callejón de tu carne: el callejón sin salida donde agonicé una tarde.
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Aquello no era trabajo, más bien era una junción, y después de un güen tirón en que uno se daba maña, pa darle un trago de caña solía llamarlo el patrón.
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El dirá que yo lo soy, pero con falso argumento, que humildad y necedad no caben en un sujeto.
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Primavera vino; violetas moradas, almendros floridos.
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Como sois lucero del alma mía, al traer el día nacéis primero; pastor y cordero sin choza y lana, ¿dónde vais que hace frío tan de mañana?
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Reina en la cumbre del Parnaso Homero; mas no por eso menos celebrados son Alceo y Simónides y Píndaro, los de divino plectro.
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Cuando en las noches de luna preludia Alí alguna queja junto a la calada reja de la graciosa moruna, ella ansia y valor aduna, desciende hasta su vergel, y allí está con el doncel, trocándose en esas horas palabras halagadoras y dulces besos de miel.
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El Pontífice Sumo, con su innata clemencia, al oír tal demanda, de horror, de asombro, de estupor se llena.
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Céfiro sopla, y como vela en nave hinche el vestido a Psique, y blandamente en alto la levanta, y con suave sueño la deja cerca de una fuente y una casa real, do, mientra el grave caso la admira, así decir se siente: "Psique, todo esto es tuyo, está sin pena; vente a bañar, después vendrás a cena".
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Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera.
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de más de cuatro mil salmas pasaba (que otros suelen llamarlas toneladas), ancho de vientre y de estatura brava:
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Apenas queda nada de mi mirar de niño ni queda apenas tiempo testigo de los días cuando sin más ni más allí fuimos felices. He buscado en el último rescoldo del invierno y en las vasijas tristes quebradas por la espera, en el vértice mismo del recuerdo olvidado y en la vieja memoria verdecida de hiedra, he buscado sin rumbo un atisbo de nada, un resquicio de vida en el umbral del miedo, y sólo a ti te encuentro, viejo nogal, eterno.
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«¿Quién son», le repliqué, «si es que te es dado dicirlo?» Respondióme: «No, por cierto, porque Apolo lo tiene así mandado».
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Con ceño sombrío mira El Tajo, que a sus pies corre, Y al despecho que la inspira, Con las gargantas suspira De sus campanas la torre.
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Éstos por lo común son buena gente, son a los que llamamos infelices, hombres todo entusiasmo y poca mente, que no ven más allá de sus narices; raza que el pecho denodado siente antes que, ¡oh fiero mandarín!, atices uno de tus legales ramalazos, que les dobla ante el rey los espinazos.
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Salió del mar, y con furor terrible halló tu fin, donde comienza España, el de tu fama no, que le acompaña el alma de tu pluma inaccesible.
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Aquél que de negro viste, el de las grandes ojeras, es un pensamiento triste… ¡Sufre mucho! ¡Si supieras!…
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Y dije á la amada de un día: ¿No viste De pronto ponerse la noche tan triste? ¿Acaso la Reina de luz ya no existe?
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Abandonado y yermo veinte años Sálas su antiguo a l c á z a r visto h a b í a, Juzgando el necio vulgo que fantasmas, Larvas y espectros su recinto habitan ; Cuando en una mañana del invierno, M i é n t r a s devoto el pueblo estaba en misa, Tres hombres, en tres malas y embozados, Atravesaron sin rumor la v i l l a ; Y evitando l a plaza del castillo, Donde estaban los signos de ignominia, Y la murada puerla, en el entraron Por la espalda, pasando las hundidas Tapias de unos corrales, y un postigo, Que entre escombros, maderos y ruinas Dejaba paso al i n t e r i o r . Apenas E n el patio los tres, sueltan las bridas, Apéanse, las capas de agua y nieve Empapadas se dejan en la s i l l a; Y quedando en custodia de las muías E i que mozo de campo parecía, Debajo de unos anchos soportales Las guerece del agua y las abriga ; M i é n t r a s los otros dos en gran silencio Por los salones silenciosos g i r a n . Con la escena t e r r i b l e que presenta E l edificio á l a angustiada visla, Los dos raros y e x t r a ñ o s personajes Están en c o m p l e t í s i m a armonía. Del primer fundador la sombra belada Y la de su escudero parecían, Que aquel trastorno á contemplar vinieran, Y á l l o r a r l a e x t i n c i ó n de l a familia. Precoz decrepitud, apresurada, Aun mas que por l a edad, por las desdichas, Agobia á aquel que de los dos parece Ser el primero ; y sin vigor inclina v Una estatura, excelsa en otro tiempo. Con gran dificultad el paso afirma; Que ambas piernas hinchadas entorpecen Su lardo andar. De noble y masculina Belleza aun tiene restos el semblante, Eu cuya frente y pálidas mejillas Las profundas arrugas, de pasiones Violentas, de desgracias infinitas, De luengo padecer seguras huellas, Una existencia trabajada indican. Sin luz en noche eterna entrambos ojos, (Circunstancia felice, que le priva Del desconsuelo de notar la escena Que le circunda) de penosa y fria Timidez l a e x p r e s i ó n dan á su rostro. A l b a como l a nieve, hasta la cinta Su barba ondea ; su espaciosa calva Un b i r r e t o n de oscura piel abriga, Y es su vestido un sayo de velludo Negro con franjas de oro , deslucidas Como el total del traje. E l otro anciano, Que de sosten s i r v i é n d o l e y de guia, Por el siniestro brazo le conduce Con gran respeto y c o m p a s i ó n , distinta Presencia tiene; y aunque no tan noble. Que es l a de un caballero testifica, E n robusta vejez. B a r b a y cabellos. Cortos, espesos y aplomados, b r i l l an E n torno á su semblante, endurecido Con la intemperie y sol de e x t r a ñ o s climasj Y las arrugas de él meditaciones Profundas y pesares acreditan ; Como sus negros ojos expresivos, Y preñados de l á g r i m a s , indican Gran sensibilidad, y que recuerdos De penoso dolor le m a r t i r i z a n . Viste un r o p ó n de tosca lana pardo , Y de cuero rojizo una esclavina, Adornada de conchas diferentes De las remotas playas de la S i r i a, Cubre sus hombros y su espalda y pecho, Sobre el cual va colgada una reliquia En una caja de oro y filigrana Y en l a siniestra mano (pues se h a b ía Descubierto al entrar so las techumbres) Lleva un raro sombrero de tendidas Alas, t a m b i é n de conchas guarnecido, Y con medallas y diversas cintas.
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Es la partida forzada, pero no por causa mía, que cualquier bien dejaría por verte en esta majada, do vi el fin de mi alegría. Mi amo, aquel gran pastor, es quien me hace partir: a quien presto vea venir tan lastimado de amor como yo me siento ir.
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¡Oh, son! ¡Oh, voz! Siquiera pequeña parte alguna decendiese en mi sentido, y fuera de sí la alma pusiese y toda en ti, ¡oh, Amor!, la convirtiese,
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Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman, parece como el viento que se mece en otoño sobre adolescentes mutilados, mientras las manos llueven, manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas, cataratas de manos que fueron un día flores en el jardín de un diminuto bolsillo.
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Soledades altivas, coronas derribadas, Libertades memorables, manto de juventudes; Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua, Es vil como un rey, como sombra de rey Arrastrándose a los pies de la tierra Para conseguir un trozo de vida.
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Llegó el dia fatal : la extensa plaza Inundó ansioso pueblo, y por tablados, Antepechos, terrados y barreras Fuese á la luz primera acomodando." eí En un balcón, donde de seda y oro Descollaba un dosel, el conde Sancho, Su madre, el arzobispo y el de Lara Los supremos sillones ocuparon ; en el opuesto frente, los esposos, De joyas y de plumas adornados, Un espacioso corredor, vestido De yerba y flores, y de emblemas varios. " " Por séquito llevaban veinte pajes, Escuderos y damas, diez hidalgos Eran su escolta, y deudos y parientes En derredor con ellos se asentaron." " De allí no muy distante honrado puesto Yo con los mios ocupé, y al lado Caballeros leoneses lo tenían, Extrangeros ilustres y prelados." "Los siete Infantes, con Incidas galas Y con gallardas plumas muy bizarros, Andaban recorriendo entre el bullicio La extensa plaza, pórticos y andamies " Y cada cual, al punto del despejo, Según su inclinación se fué buscando. Escaso asiento junto á alguna hermosa, Y en la barrera lo encontró Gonzalo." Se asordó el viento con los recios sones De timbales y trompas | los heraldos El cartel y las leyes de la justa De nuevo en alto acento pregonaron los mantenedores a la liza, De pajes y padrinos rodeados, Ceñidos de magníficos arneses, Salieron en fortísimos caballos." " E l gigante orgulloso, Alvaro Sánchez, Sobresalía entre los otros cüatro, Gomo alta torre entre los altos muros, Una fornida lanza manejando." " Luengas espadas ostentaban todos, Anchos escudos, y pendiente al lado Del dorado borren !a fuerte maza, Y por empresa un sol, rey de los astros." El combate empezó : lances diversos En él hicieron caballeros varios. Allí dos de Alafranc y dos leoneses con la espalda midieron el estadioj" " Y cuantos guerreadores en la arena Conquistar intentaron aquel paso, Las lanzas rotas, los corceles muertos, Vencidos fueron y por tierra echados." "Aunque de los que el puesto mantenían. También cayeron á su vez los cuatro; Vengólos Alvar Sánchez , que invencible Derribó fuerte cuanto vino al campo. No era noble y gentil su conlinente, No diestro se mostraba ni gallardo Pero era emblema de la fuerza, estaba Mas firme que los toros de Guisando." " La torre de Malmuerta parecía, Cuando la tempestad la embiste en vano, Y en ella el liuracan embravecido Se estrella, ronco de furor bramando. " " Doce conquistadores ya vencidos, De arneses, mallas, plumas y penachos, Y de astillas y sangre la ancha plaza Toda cubierta estaba, y al ocaso " " Se retiraba el sol. En la ancha arena A Castilla y al orbe provocando, Los cinco justadores persistían En ocio por la falta de contrarios." "Alvar, enardecido y orgulloso, Ronco gritaba así de cuando en cuando : ¿No hay j a quien ose combatir conmigo?... Salga el que no me tema, aquí le aguardo. " Mas como nadie á responder saliese, Para dar diversión al vulgo vano. Un juglar que servía á doña Lambra, No sé si malicioso ó mentecato, En quien tenía su privanza ella Por regocijador de su palacio ; Dejando el escabel de su señora, Do el tiempo había de la justa estado " Bajó á la plaza, del bonete rojo Los gruesos cascabeles repicando, Y de su traje de botarga haciendo Ostentación con gestos y con saltos," " Empezó á recorrer la extensa liza, Una hinchada vejiga atada a un palo Revolviendo en el aire, ó ya con ella . El suelo y los puntales golpeando. " "Fué universal la risa : le tiraban Bollos, frutas, confites y el, ufano, Ya afrentaba insolente á los vencidos, Ya daba al vencedor necios aplausos." " Al pasar inmediato al antepecho, Do sin mirarle hallábase Gonzalo, Haciendo contorsiones y figuras, Prorumpió así con atrevido labio: " "Qué tal? qué tal, mancebo? a l l í no hay trampa, Ni g a l l a r d í a s , ni impotente garbo : Todo a l l í es corazón, y todo es puño, Y los ojos eerrar, y dar trancazos. M i alma con la suya,. Dios nos libre )c que enarbole en contra nuestra el brazo: No es un g a l á n de alcorza. Dijo y fuese, Cabriolas mil y carcajadas dando." " Furioso á castigarle se arrojara, Encendido de colera Gonzalo ; Pero respeto al padre le contuvo, Y alzóse de su puesto despechado," Cuando al llegar á un corro en otra parte, Oyó decir á un labrador anciano : Ya no se halla en Castilla quien compita E n fuerza y en poder con ese hidalgo. " " Es un j a y á n , repuso otro del pueblo, que pudiera de un soplo hacer pedazos la mezquita de Córdoba. Los Laras la aciertan con estarse en los andamias." " Prosiguió el labrador: Muy bien han hecho, Aunque hubieran salido del engaño De que son invencibles. Otro dijo : Harta disculpa tienen, son muchachos. " " Colmóse la medida, ardió en el pecho Del jóven un volcan, y rebramando, Ni vió mas, ni oyó mas ; y del concurso Y de la plaza huyóse sofocado Mas nadie lo notó. Los justadores En inacción siguieron grande rato, Y ya el vulgo impaciente se mostraba Del vil juglar y de sus chistes harto " " Cuando las huecas trompas y timbales Con general contento resonaron, La llegada anunciando de un guerrero Que viene á combatir. Por los tablados" " Cundió el rumor confuso de gran pueblo, Que se fué nuevamente acomodando, Y que hundióse en silencio al punto mismo Que el nuevo guerreador entró en el campo." " Toscas vulgares armas, iii aun lucientes, Sin plumas ni labores pobre casco, Calada la visera, y un escudo Liso, sin mote, ni blasón, ni ornato," " Sacaba el caballero, y en la cuja Una lanza de guerra, y un caballo. No de tendida crin y noble aspecto, Aunque lijero y dócil al bocado." " Del peto y espaldar hebillas varias Sin abrochar estaban demostrando, Que acababa de armarse á toda prisa. Como todos al punto lo notamos Eran tales su gracia y gentileza, Tanta la habilidad, soltura y garbo Con que regía el pisador, y tales Su noble talle y cabalgar gallardo ;" "Que adiviné quién era en el momento, Y todos ó los mas lo adivinaron. Mas por aquel instinto que resalta Siempre en la mucliedumbre, no hubo un labio" " Que imprudente su nombre pronunciase, Y fué el silencio universal, tornando Todos la vista acia el señor de Lara, Que escondió el rostro con entrambas manos." " Y o miré á Ruy Velázquez, cuyos ojos Ardieron de furor, y con recato Habló algunas palabras al oido De doña Lambra, que su faz turbaron.: í£ Dio el caballero en torno á la estacada Un airoso paseo, acreditando Quién era mas y mas, y haciendo pruebas Del poder y obediencia del caballo " Y parándose en medio, en voz sonora Pidió con Sánchez combatir. Negado Por los jueces le fué, por no ser Sánchez El que debia sostener el campo, Pues antes de su turno, lo tenían Para entrar en la lid dos de los cuatro. La ley fué obedecida, y presentóse Aquel á quien tocaba, muy ufano ;" " Pero apenas salió, vióse en la arena Con potro, escudo y lanza derribado, Al choque del incógnito, que mudo Tornó á ocupar su puesto á lento paso. " "Salió el segundo, las primeras lanzas Valiente resistió de brazo á brazo : No fué tan venturoso en las segundas, Y vencido cayó del potro abajo." " El pueblo lleno de sorpresa estaba, Faltándole la voz para el aplauso, Porqué ve con pavor llegado el punto Be que entre el fuerte Sánchez al estadio. £í Cubierto estaba de sudor y espuma El corcel del incógnito. Saltado Habían las hebillas de su almete : Grítale el pueblo ; Toma otro caballo., "Mas él nada responde; y firme espera A Sánchez, que en la plaza entró bizarro, En un morcillo que la llena toda, Y la estremece al golpe de sus cascos. A j ! yo vi entonces del señor de Lara Demudarse la faz, y vi bañado De amarga risa el pérfido semblante De Velazquez también, y que la mano" " Tomó á su esposa, y que miró á los suyos, Desprecio y confianza demostrando, Miéntras la muchedumbre en gran silencio, Ni aun osa respirar de miedo y pasmo. " "Sonó el clarin, partieron como flechas Sánchez y el caballero se encontraron, Y en el opuesto escudo cada lanza Tocó, dió lumbre, y resbaló, dejando" " Honda señal. Los potros revolvieron, Ambas picas rompiéronse en pedazos : Continuaron con otras el combate, Y pretal con pretal al fin se hallaron" " El corcel del incógnito el empuje Sufrir no pudo del corcel contrario; Dobló las piernas, y en la ardiente arena Los corvejones estampó. A espolazos" " Sostúvolo el ginete, y como el viento Le hizo arrancar, y separarse á saltos. Sánchez buscó otro choque mas no era Tan diestro en el manejo del caballo ual su competidor, que lo evitaba Con gran saber, y que le dio á soslayo Un duro bote, que abollóle el peto, Sin que el broquel pudiese repararlo." "Entóneos advirtiendo Alvaro Sánchez, Que un solo broche sujetaba el casco Del justador, dirígele la punta Con tanta furia y con acierto tanto," " Que dejó descubierto el rostro hermoso Del noble mozo, del gentil Gonzalo, Quien en furor ardiendo, la cabeza Con el escudo esconde, y como un rayo," "Acomete al jayán á todo trance, Por tierra le derriba, retemblando La plaza toda al poderoso golpe; Y ensordécese el viento con aplausos." " Apenas el gigante tocó el suelo, Púsose en pié, denuestos vomitando Contra su vencedor, y con gran furia Desenvainó la espada. Sosegado" " E l joven reclamó las condiciones; Pide lo mismo el pueblo en gritos altos, Y todo es confusión. Luego á la arena Los jueces descendieron de su escaño declaran que está Sánchez vencido, Y que el conquistador debe en el campo Aun con los otros dos mantenedores, Cual previene el cartel, seguir lidiando." "No sin dificultad plegóse Sánchez : Tal vez alguna, seña del airado Velásquez le obligó. Tornó á su puesto, Y otra celada se ciñó Gonzalo.^ " E l caballero á quien tocaba el turno, Fué á cabalgar; mas por su bien faltaron De su corcel las cinchas, accidente Que dió á la fiera lid corto intervalo." " En el cual doña Lambra la orgullosa, De acuerdo con su esposo, y deseando Su furor desahogar : s/nda, le dijo Al bufón, que á sus pies había tornado," Anda, y hazle una afrenta d ese mancebo La que encuentre mayor tu ingenio claro. JIazla pues sin temor, y d m í te acoge ; Mi respeto y poder serán tu amparo. " " E l escabel dejó de su señora El juglar, y en la plaza á corto rato Se presentó, con nuevas contorsiones, Aunque escondiendo entre sus ropas algo Se acercó al veiicedor, y con despejo, Muy bien lo has hecho, dijo, bravo! bravo! Mas yo quiero también justar contigo : Esta es mi lanza... ahí v á . , . g u a r t e f seo guapo. " Y un verde cohombro tinto en fresca sangre Le tiró al rostro, con fealdad manchando Todo el arnés, y huyóse á gran carrera, Dejando al pueblo todo horrorizado." " E s esta acción mirada allá en Castilla Por la afrenta mayor : % tal que el hidalgo Que al agresor no mata al mismo instante. Queda en infamia eterna sepultado." " E l ilustre mancebo ardiendo en ira Se arroja en pos del vil que acia sus amos Rápido vuela \ tírale la lanza Al punto en que trepaba á los andamies." " Y de la espalda al pecho atravesóle. De modo que sin vida en el regazo Cayó de su señora, con su sangre Veste, brazos y pechos salpicando." ( Pálida doña Lambra un alarido Lanzó, y vencida de letal desmayo. Cayera del sitial, si no encontrara De sus dueñas y damas con los brazos. Velázquez furibundo ronco grita : Llegó el momento, d la venganza, hidalgos!.. Muera, muera. Y con todos sus parientes Ciego se arroja dentro del estadio." UA joven vencedor cercan al punto, De otros muchos seguidos, sus hermanos, Y los estoques de festejo y gala Desnudos centellean por el campo." " Cúndela confusión, suenan las trompas, Gritan los jueces su gritar es vano : Tira su cetro en medio de la arena, Y es hollado y no visto, el conde Sancho." "Se asustan las mujeres, y los niños Contra el seno escondiendo entre los brazos, Huyen y dejan la confusa plaza : Tiemblan y huyen con ellas los ancianos.^ "Crecen los valedores de ambas partes, Trábase horrenda lid. La daga en mano A ella corre Velázquez : el de Lara Que entró en la liza por distinto lado," "Solo paz anhelando, que era padre, Quiere todo á la paz sacrificarlo; Y le sale al encuentro, á contenerle Con blando ruego y amistoso abrazo. Mas, ay!....¡al abrazarle, una coraza Oculta bajo sedas y brocados Apretó !....Se cuajó su sangre toda, Y un vuelco dióle el corazón llagado." "Pudo quedarle duda?—No, no era La infantil imprudencia de Gonzalo Mas que un fútil pretexto la vil trama Estaba ya dispuesta de antemano." "Deudos, parientes, escuderos, pajes, Todo el séquito en fin de su cuñado, Cubiertos van de redoblado acero, Vilmente oculto so los ricos sayos." "Mísero padre!....la traición patente, ¿Qué le queda que hacer?....Con duro brazo Ayudar á sus hijos A ellos vuela, Anima de su casa á los hidalgos," " Y métese sañudo en la batalla : Todo es sangre y horror. Torna á caballo Con los suyos furioso Alvaro Sánchez, El pendón de Velázquez tremolando." " La destreza y valor eran de parte De los de Gústios pero el otro bando Armado iba y dispuesto. Una lanzada A un Infante tocóle de soslayo : También Velázquez recibió otra herida, Y estaba como tigre, fuego echando Por los feroces ojos: el de Lara Lidiaba firme como león bizarro." " La condesa doña Ava— ilustre dueña! Sí, yo la vi del uno al otro lado Correr, gritar, y en medio del peligro Pedir paz y quietud á sus vasallos." " Al meterse una vez en la pelea, Tocó una punta al jóven conde Sancho, Que con gentil esfuerzo la seguía, Sumisión y obediencia reclamando." " Leve su herida fué ; pero al mirarle La faz marchita, el pecho ensangrentado, De terror ambas turbas se cubrieron, Y en el momento de lidiar cesaron ; " Momento de quietud, que el arzobispo, Cual discreto y prudente, aprovechando. Con sus insignias y sagradas ropas, Que son de gran respeto entre cristianos," Lanzóse en medio, y con terrible frente Amenazó del cielo con los rayos A uno y otro partido, si al momento No dejaban la lid? y libre el campo. Sus amenazas, y el pavor y susto Que al ver herido á su señor helaron Al feroz vulgo, y el postrer reflejo Que el crepúsculo daba desde ocaso," " A ambas ciegas facciones contuvieron ; Y de la plaza por distintos lados, Siguiendo cada cual á su caudillo, Salieron, y de Búrgos se alejaron." Gonzalo Gixstios con los siete Infantes, Y con todo el tropel de sus vasallos Fué á Salas : Ruy Velazquez con los suyos A Barbadillo, centro de su estado.
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Al fin la multitud llorosa calla : Lara deshecho en lágrimas suspira, Y torna á suspirar, y de este modo La narración anuda interrumpida : < Una tansola vez acento humano, En tantos años de prisión prolija, He escuchado, y no mas. Hondo silencio Guardó por siempre con tenaz porfía" Mi duro carcelero : los malvados Que en tan horrible estado me tenían, Dispusiéronlo así. La vez que solo Permitieron hablarme oh gente inicua!" " Fué para dar el golpe postrimero A este infeliz, para en la horrenda sima Del último dolor por siempre hundirle, Para hacerle saber que no tenía" " Nada en la tierra, y que su mismo nombre Era nombre de afrenta y de ignominia. Sí como al mes de hallarme en el encierro. Una mañana, con feroz sonrisa Entró el feroz alcaide, y, Gúsíios L a r a, Me dijo, el alto conde de C a s t i l la Don Sancho, tu señor, con el acuerdo De sus hombres de guerra y de j u s t i c i a , " " R e o de a l t a t r a i c i ó n te ha declarado. Confiscando tus tierras y tus v i l l a s, Y mandando poner en tus solares Los signos viles que t r a i c i ó n i n d i c a n ." T a m b i é n te h a condenado d infame muerte. Mas del g r a n Ruy Velázquez por l a amiga I n t e r c e s i ó n , que pases, te permite. E n esta torre el resto de tus dias. " " Dijo, y despareció : con alto estruendo, En losa de sepulcro convertida. Cerró la puerta, y barras y cerrojos, Cadenas y candados multiplica." Quedé yo como un mármol; por mis venas Hielo, no ardiente sangre, discurría : Sin respirar ahogábase mi pecho, Y espantados mis ojos no veían." " Estuve así gran rato; mas de pronto Retemblando mis nervios y mis fibras, Fuerzas, cual de gigante recobrando, Y fuego de volcan la sangre misma Que un momento fué nieve, tal exceso En mi sentí de actividad y vida, Tal rabia y tal furor, que engrandecido. Era á mi aliento aquella estancia chica." " Derribé el lecho, y esparcí en pedazos Los muebles por el suelo las macizas Paredes desconché con mano dura Di golpes en la puerta, que en astillas," " A no ser por las barras y cerrojos, Tornarla consiguieran ; llamas vivas Mi pecho respiró, y en roncas voces Tronó el volcan de mis furiosas iras." " A los hombres maldije, á las estrellas, La hora de horror en que salí á la vida; Pedí venganza hasta al infierno mismo.... O Dios!....Dios bondadoso..... las impías" " Blasfemias que mis labios pronunciaron En aquella ocasión, benigno olvida. Perdónalas, gran Dios : al recordarlas. Se confunde mi pecho y se horroriza." " Tan negra furia y ceguedad culpable No fueron duraderas por mi dicha ; Y en tal abatimiento se trocaron, Que vine á tierra envuelto en sombra fria. Los siete golpes de las siete piedras, Que en la alta claraboya, cual solían, Dieron, del profundísimo letargo Sacáronme por fin.Torné á la vida," " O por mejor decir, cobré el sentido Para apurar las ansias y fatigas De una existencia atroz. Yerto, postrado Mi cuerpo en tierra, sin vigor yacía;" " Mas no postrada mi alma ni mi mente: Sueltas como jamas y ( nardecidas. Volaban por horrendos precipicios, Y en escenas terribles se perdían." "Las lóbregas tinieblas de la noche Que inundaban mi cámara mezquina. Llenas me aparecieron de prodigios, Y visiones tremendas. Ya veía " " Siete cabezas pálidas, sin cuerpo. Que de lóbregas nubes despedidas Y por ronco huracán arrebatadas, Contra mi pecho mismo se rompían ," " Y a de fuego una atmósfera, y de sangre Un mar rugiente en mi reedor tenía, Y en las llamas ardiendo mis palacios. Las armas y el pendón de mi familia Mientras que siete cuerpos sin eabezas En las hinchadas ondas purpurinas Nadaban, y pidiéndome socorro, A mí^ qué horror! los brazos extendían." " Y a la espantosa escena se mudaba, Y un llano presentábase á mi vista De ardiente arena, y alumbrado solo Por una niebla vaporosa y fria," " Y cruzaban por él, en sordos gritos, Venganza demandando, blanquecinas Siete fantasmas; y si huyendo acaso De cada cual de estas visiones, iba" A revolver la faz acia otra parte, Siempre á mi lado, siempre, ó Dios! tenía ün coloso infernal, que me alargaba Un hierro matador con fiera risa," " Y , Toma, no te queda oír o consuelo. Con penetrante voz me repetía. Oh, qué noche!.,..oh, qué noche! De la aurora El resplandor primero le dió cima." " De mi imaginación el desarreglo, P or mi atroz situación clavada y fija Siempre en mi mente, fuera de juicio Me tuvo, aunqué postrado, largos dias Siempre las noches espantosas eran Con escenas fantásticas continuas : Siempre eran de dolor y acerbo llanto Las mañanas y tardes. Persistía" " Siempre, que ni un momento me dejaba. Junto á mí, armando á mi constancia insidias, El infernal coloso, y ofreciendo La daga por consuelo á mis fatigas." " Era el maligno espíritu, encargado De procurar mi perdición. Benigna Empero del Señor la santa diestra Acorrióme piadosa, y compasiYa" " Me libró del furor de los infiernos» Me contuvo en el borde de la sima. ¡Tu omnipotencia y tu bondad. Dios mió. Los hombres y los ángeles bendigan!" "Mas donde claramente relucieron La providencia y la piedad divinas. Fué en la visión con que cobré el juicio, Y la razón mi mente oscurecida ," " Y que á mi corazón despedazado Todo el consuelo dió, que mis desdichas Capaces eran de tener, abriendo A la resignación ei alma mia. Después de algunos meses de espan tosos Accesos de furor y de vigilias Tenaces, de mi cuerpo apoderóse Con ardoroso afán fiebre maligna," < Que consumió mis fuerzas y en el lecho Postrado me dejó por cinco dias. Pero en sudor copioso terminando, Despareció por fin; tan abatida" " Debilidad dejándome, que apenas Un momento tenerme en pié podía. En postración tan grande, de un profundo Sueño no interrumpido las delicias" " Conseguí disfrutar; y cuando estaba En su dulce descanso, ante mi vista Magnífico espectáculo ofrecióse, Que ni un momento mi memoria olvida." " Vime pues entre nubes y celajes, Que de oro el sol y de risueñas tintas Matizaba esplendente : en un abismo Bajo mis pies al mundo descubría," Envuelto en sombras densas; Y un torrente de purísimas luces difundían Sobre mí las estrellas. Luego escucho Son celestial de música divina Y abriéndose los cielos, entre un coro De ciérnales espíritus, divisan Mis ojos siete jóvenes gallardos, Que en esplendor al mismo sol vencían." f Eran sus vestes como nieve puras; Azucenas que el tiempo no marchita, Coronaban sus frentes ^ en sus manos Palmas eternas, venerable insignia" " De los mártires santos ostentaban; Y en sus cuellos brillaba, como brillan De esposa en cuello virginal rubíes. La huella de una bárbara cuchilla." " Conocílos al punto : eran mis hijos, Mis hijos felicísimos que habitan La mansión celestial. Estremecíme De gozo, y despené. La luz del dia" ^Llenaba mi prisión : salté del lecho. Arrójeme en el suelo de rodillas, Consoladoras lágrimas bañando Mi compungida faz. En voz sumisa" " Oré por largo rato ante el Eterno; Y al mismo tiempo en mi interior sentía ün bálsamo celeste difundirse, Y mi alma humilde descansar tranquila. Ya no vi mas al tentador coloso. Que hasta entonces las noches y los dias Me atormentó tenaz ; y aunque en mi pecho Siempre estaban grabadas mis desdichas," De Dios con los decretos resignado, Hallé constancia en mí para sufrirlas. Pasáronse los años ; presurosa Vino á mí la vejez sus manos frias" •< De mi vigor los restos me robaron, Y todos los achaques y fatigas. Que su cortejo forman, se reunieron Y descargaron sobre mí sus iras." " Inflamación terrible y dolorosa Con agudas punzadas, repentina Mis ojos atacó, debilitados Con mi largo llorar. La luz del dia," " Que fué hasta entónces mi mayor consuelo, Se tornó mi mas bárbara enemiga; Porqué sus penetrantes resplandores Destrozaban mis débiles pupilas." "Pedí á mi carcelero algún socorro ; El cual, feroz como las fieras mismas, Persistió en su silencio, sin mostrarme Ni siquiera la frente compasiva Abandonado así, con mis clamores El alcázar soberbio estremecía, Privado no tansolo de consuelo, Sino también de auxilio y medicinas." "Con tormentos de rabia me arrastraba Fuera del lecho por las losas frias, Buscando una postura que aliviase Mi punzante dolor, y la vasija" "Del agua derramaba sobre el rostro. Esto aumentó la enfermedad maligna. Que terminó por fin, en noclie eterna Sumergido dejándome sin vista," " Cual me miráis. Terrible fué este golpe! Mas para soportarlo, la divina Misericordia suficiente fuerza Me concedió también. Esta excesiva" Desgracia amortiguó completamente^ Y destruyó mi ansiosa fantasía ; Y falta de esperanzas y deseos. Carga ya inútil, arrastré la vida." " Los siete golpes de las siete piedras, Que la alta claraboya siempre herían. Me daban á entender que era de noche i De la puerta las barras y aldabillas Y la entrada del mudo carcelero Me daban á entender que era de dia^ Y por ambos estruendos computaba El tiempo perezoso. En mi mezquina" "Mente aun alguna vez cierta vislumbre De esperanza falaz y fugitiva Tornó á brillar^ pero extinguióse al punto, Y mi labio osa apenas referirla." "Guando salí de Córdoba, la tuve De dejar un sosten de mi familia, Y acaso un vengador.,..Mas, ay! el fruto De un afecto culpable, de una indigna" "Pasión para un cristiano hubiera sido; Y del cielo irritado la justicia ün consuelo, producto de las culpas. Por que tan sabiamente me castiga," " No me ha querido conceder.,..No existe.... Plegué á la Providencia....Me horroriza Que un pecho acaso, do mi sangre hierve, De Dios blasfeme ciego en la mezquita! "Piedad!....piedad. Señor!"—Aquí el anciano La voz ahogada, el alma confundida Con súbito terror, quedó en silencio; Y con las manos trémulas y frías La faz rugosa se cubrió. La turba, Que toda la atención clavada y fija Tiene en su rostro y en su labio, calla, Y de su mudo asombro participa. Nadie alentó : después de un corto rato De estar la narración interrumpida, Lanzando un profundísimo suspiro, El gran Gústios así tornó á seguirla.
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Conde Niño por amores es niño y bajó a la mar, fue a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Desde las torres más altas la reina le oyó cantar: Mira, niña, cómo canta la sirenita del mar. No es la sirenita, madre, que esa tiene otro cantar: es la voz del conde Niño que por mí llorando está. Si es la voz del conde Niño yo le mandaré matar, que para casar contigo le falta sangre real. No le mande matar, madre, no lo mande usted matar, que si lo manda matar, madre, juntos nos han de enterrar. Guardias mandaba la reina al conde Niño buscar, que le maten a lanzadas y su cuerpo echen al mar. Él murió a la medianoche y ella a los gallos cantar; ella, como hija de reyes, la entierran en el altar y él, como hijo de condes, tres pasitos más atrás. De ella nació una rosa y de él un tulipán; la madre, llena de envidia, ambos los mandó cortar. De ella nació una paloma, de él un fuerte gavilán, Juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par.
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Si cuando coronado de laureles copias, Vander, la primavera amena, el lirio azul, la cándida azucena, murmura la ignorancia tus pinceles.
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La vidriera mejor en sus brazos de cristal entra al Sol hoy celestial en la capilla mayor; a cuyo resplandor, sin que más luz espere, Simeón fénix arde y cisne muere.
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Hoy el famoso Padilla con las muestras de su celo causa contento en el cielo y en la tierra maravilla,
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Jacarandá: se nos va deshojando extraña el cielo.
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Para encontrarme con nadie me pongo a mirar arriba, ¡Auxilio, que Dios me ampare!
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Amigos y señores, por dios y caridad Oíd otro milagro, hermoso de verdad: San Hugo lo escribió, de Cluny fue abad, Y aconteció a un monje de su comunidad.
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